- ¿Qué te inspiró a escribir «181», especialmente en el contexto de la pandemia y sus consecuencias?
La idea de” I8I” surgió durante el primer confinamiento, cuando empezaron a manejarse todo tipo de escenarios, pero sólo había unos pocos que se atrevían a llevarlo al límite, al desmembramiento total de la sociedad y de las personas. ¿Qué pasaría si la pandemia hubiera sido todavía más letal y el encierro nos hubiera mantenido en casa seis meses? Así que me puse a imaginar un hundimiento en paralelo: el de una persona y el de la sociedad que conocemos. En cierto modo, es una fantasía distópica de corte criminal sobre la siguiente pandemia, allá por el año 2030.
- La estructura de tu novela es bastante única, con dos versiones alternativas y complementarias. ¿Qué te llevó a adoptar este enfoque narrativo?
Quería hacer algo distinto y que resultara muy entretenido. Al principio empecé a escribir la primera versión, la que se desenvuelve con constantes saltos en el tiempo, siguiendo un primer esbozo narrativo sobre lo que quería contar. En cierto modo, se trataba de contar sin contar, ya que me guardaba gran parte de la información, y al escoger una estructura basada en las entradas diarias del protagonista, contadas en primera persona, la narración fue creando misterio, sombras, trampas, muchos personajes y muchas posibles rutas. Sabía lo quería contar, lo que quería esconder, y lo que de verdad estaba pasando. Pero además contaba con una premisa: leer algo en primera persona genera siempre un aspecto de verosimilitud con el que quería especular. Me parecía interesante llevar esa mirada al límite, con sus delirios, subidas, bajadas, instantáneas de pura crónica y ensoñaciones íntimas del protagonista. Cumplida la primera versión, desordenada, empecé con la que leeríamos en orden cronológico, la segunda ruta, incorporando más información, cambios y en cierto modo investigando dentro de la mente del narrador. Al final, se trata de un viaje metaliterario que parte de una idea: nunca cuentas igual la misma historia, da igual que sea un chiste o un crimen.
- ¿Cómo influyó tu formación en periodismo y tu experiencia como director de cine en la escritura de esta obra?
Lo primero que escribí en mi vida fueron ficciones, y después me formé para el periodismo. Años después, aprendí y puse en práctica la no-escritura que supone el guión de cine (que es más bien un plan que un género literario, ya que no se escribe para leer sino para hacer un trabajo en equipo sofisticado y dificilísimo). Me apasiona escribir, por ejemplo escribo poesía todos los días, y lo ideal es conocer los recursos que puedan hacer un texto, una idea, narrativa o no. El periodismo me sopla en la oreja la necesidad de ser claro y ordenado, el amor por los textos breves y con capacidad para crear una imagen nítida en la mente del lector. Por otro lado, el cine te invita a romper las barreras y contar lo que llevas dentro, y no siempre es fácil hacerlo en palabras. Soñamos en imágenes, no en palabras. Supongo que la suma de estas ambiciones, jugar con la crónica y con la invención de la realidad, me ha ayudado a dar forma a esta historia que muchos dicen imaginar como una película.
- «181» aborda temas sociales y políticos contemporáneos. ¿Cómo esperas que tu novela contribuya al diálogo sobre estos temas?
Toda fantasía distópica, toda historia criminal, son en sí mismas un comentario social. No hay más que ver la tremenda vigencia que 1984 sigue teniendo, o Fahrenheit 451, y cuánto nos fascinan. Los desastres biológicos, las pandemias, ya habían alimentado buenas historias, en novela y cine, y tras la vivencia del Covid-19 van a ser un subgénero de ciencia ficción, ¡incluso biográfico! Espero equivocarme, pero habrá más pandemias, y cada vez serán peores. Puede que incluso sean motivo de conflictos bélicos que aún ni siquiera imaginamos. Tengo la impresión, compartida por algunos cuantos, de que el ser humano camina siempre en el filo del heroísmo y la depredación. Empujados al límite podemos ser extraordinariamente generosos y solidarios, pero hay un punto en el que renace el depredador insaciable que nunca hemos dejado de ser. Las libertades civiles, derechos como la vivienda o el alimento, son lo primero en ser violados cuando nos encontramos en un dilema de supervivencia o dominación. Cada día en nuestros periódicos y telediarios vemos ensayos de distopías, ya sea en guerras lejanas o luchas civiles en nuestras calles. Dicho todo esto, una novela o una película son solamente una voz más, con un poco más de influencia según quién seas, pero la contribución es limitada. A no ser que pase algo inaudito…
- Has trabajado en una variedad de medios de comunicación, desde el periodismo hasta el cine. ¿Cómo crees que estas experiencias han influido en tu estilo de escritura?
En mi opinión, los dos factores principales en el estilo de escritura son la vida y los libros. Se puede vivir mucho, leer poco, y escribir como los dioses. Se puede vivir poco o nada, leer mucho, y escribir también como los dioses. Lo que es imposible es vivir poco, leer nada, y escribir con altura. Así que supongo que he intentado vivir todo lo que he podido, incluido el periodismo más bien facilón que he hecho, sobre todo en secciones y medios culturales; he leído y leo todo lo que puedo y más, pero sobre todo intento escribir más y más. Cada historia reclama una voz y un estilo, lo que también lleva dentro sus homenajes, referencias o mimetismos. Mis vivencias, mis lecturas, mis horas infinitas de ver películas, ayudan a encontrar esa voz personal y, quizás, original. Esta primera novela es también una primera aproximación a mis gustos, y espero que la siguiente sea todo lo contrario, ya que detesto ser encasillado.
- ¿Cuál fue tu proceso creativo al escribir «181»? ¿Tuviste alguna rutina o método específico que te ayudó a desarrollar la historia?
La escritura de “I8I” ha pasado por varios procesos, y en total han sido casi tres años de escritura y reescritura. Como explicaba antes, el primer borrador nació durante el confinamiento en 2020, aunque no precisamente en los primeros días. Para meterme en el papel del protagonista y su propio diario, escribía una entrada cada día, animado y contaminado por cosas que me sucedían o habían sucedido, situaciones que leías en la prensa. Cuando vi que la cosa tomaba forma decidí crear un esquema de toda la obra, para no perderme en mis saltos de tiempo, y tener claro a dónde quería llegar. Esto me permitió escribir la segunda versión, la cronológica, que sorprendentemente me costó mucho más, a pesar de que hay días, capítulos, que son idénticos a la primera versión. Pero así es la realidad, que se resiste a ser ordenada y explicada. Además, incorporé nuevos personajes y mucha más violencia que la primera. Finalmente, cuando entregué la novela para ser revisada y corregida – por mi buen amigo y prolífico novelista, Fernando Figueroa – aparecieron más de 300 correcciones, demorando y peinando aún más el texto final. Espero que todo esto haya servido para hacer la novela aún mejor, aparte de haber sido un gran baño de realidad.
- ¿Cómo te sientes respecto al hecho de que los lectores puedan optar por leer una versión o la otra de tu novela, o incluso ambas? ¿Crees que esto cambia la experiencia de lectura?
Los lectores pueden y deben hacer lo que les dé la gana con esta novela. Si prefieren un relato ordenado y coherente, pueden optar por el viaje que empieza por el capítulo 1, que corresponde al primer día de confinamiento, que además va a resonar con muchas vivencias comunes. Si prefieren arrancar en el corazón de la trama, para ir deshojando personajes e historias, les recomiendo empezar por la versión “desordenada”. Eso sí, la historia cobra sentido completo al leer las dos historias, contrastar y jugar con esas dos rutas. No es un libro aventura, donde escoger tu propio final, es una narración que existe troceada, o completada. Como la vida misma: azar y caos.