¿Qué te inspiró a escribir sobre la experiencia de la no maternidad y cómo surgió la idea de visibilizar este tema tan personal?

 La idea surgió de la necesidad de expresar una experiencia que, aunque cada vez más común, sigue siendo poco visibilizada y rodeada de muchos tabúes. Al vivir mi propio proceso de no maternidad, me di cuenta de lo poco que se habla abiertamente de este tema, y de cómo las emociones asociadas, como el duelo, la frustración o la liberación, muchas veces quedan enterradas bajo expectativas sociales.

En el libro hablas de emociones complejas, desde la frustración hasta la aceptación. ¿Cómo fue el proceso de plasmar esos sentimientos en palabras?

 Fue un proceso muy catártico y a la vez desafiante. Poner en palabras sentimientos tan intensos y personales no siempre es fácil, porque te obliga a enfrentarte a ellos de manera directa. Hubo momentos en los que me sentía abrumada, pero también fue profundamente sanador. Cada emoción que plasmaba, ya fuera frustración, dolor o incluso alivio, era un paso más hacia la aceptación. Escribir me permitió darle sentido a muchas de esas emociones.

 ¿Crees que la sociedad sigue ejerciendo presión sobre las mujeres para que sean madres? ¿Cómo te afecta y qué mensaje quisieras transmitirles a quienes viven esa presión?

 Sí, creo que la presión social sigue siendo muy fuerte. Aunque hemos avanzado en términos de igualdad y de opciones de vida, la maternidad todavía se considera el destino «natural» para las mujeres. Esa presión me afectó en su momento, me hizo cuestionar mi valor y mi identidad como mujer. Mi mensaje para quienes están bajo esa presión es que la maternidad no define quién eres. Cada una debe tener la libertad de construir su vida según sus propios deseos, no bajo las expectativas ajenas. La plenitud puede encontrarse en muchos otros caminos.

Tu experiencia con la danza oriental y la meditación parecen haber sido claves en tu vida. ¿De qué manera estas prácticas influyeron en tu proceso de aceptación y sanación?

 Ambas prácticas me han ayudado a reconectar conmigo misma, a escuchar mi cuerpo y mis emociones de una manera más profunda. La danza oriental, en particular, me permitió explorar mi feminidad desde un lugar de celebración y empoderamiento, algo que me fue muy útil mientras navegaba por el duelo de no ser madre. La meditación, por otro lado, me ayudó a calmar la mente, a aceptar la incertidumbre y a desarrollar una mayor compasión hacia mí misma. Estas dos disciplinas siguen estando presentes en vida. De hecho, mi próximo libro va sobre la danza. 

Escribir sobre temas tan íntimos puede ser un desafío. ¿Sentiste algún temor al exponer tu historia al mundo y cómo lo superaste?

 Sí, definitivamente sentí temor. El miedo a ser juzgada, a que mi historia no fuera comprendida, o a mostrar mi vulnerabilidad de una manera tan pública. Pero al mismo tiempo, sentí una profunda necesidad de contarla. Superé ese miedo recordándome que compartir nuestra vulnerabilidad es un acto de fortaleza. Pensé en todas las mujeres que podrían sentirse identificadas con mi experiencia, y eso me dio el coraje para seguir adelante. 

 Has pasado por muchas etapas profesionales, desde la enseñanza hasta la traducción y las terapias. ¿Cómo ha influido esta diversidad en la manera en que te enfrentas a los retos personales?

 Haber trabajado en campos tan distintos me ha enseñado a adaptarme, a mirar los retos desde diferentes ángulos y a no tener miedo de reinventarme cuando sea necesario. Esa diversidad me ha permitido enfrentar los retos personales con una mente más abierta y resiliente.

Obra de Raquel García Morales.

 Vivir del arte, ya sea la danza o la escritura, no siempre es fácil. ¿Cómo has gestionado la incertidumbre económica y emocional que puede traer la vida artística?

 Vivir del arte es una carrera de fondo y requiere mucha persistencia. La incertidumbre económica es real, pero siempre he tratado de combinar mis pasiones con trabajos más estables que me dieran un sustento. Lo importante para mí ha sido no perder de vista mi propósito creativo. En cuanto a la parte emocional, la danza y la escritura han sido mi refugio en los momentos de incertidumbre. También he aprendido a confiar en que los momentos difíciles son transitorios y que siempre hay maneras de seguir adelante si te mantienes fiel a tu visión.

 ¿Qué les dirías a las mujeres que aún están en ese proceso de búsqueda de la maternidad o que, como tú, no la han encontrado, pero quieren vivir en plenitud?

 Les diría que la plenitud no depende de un único aspecto de la vida, y que la maternidad, aunque maravillosa para muchas mujeres, no es el único camino hacia la realización. Es importante permitirnos sentir todas las emociones que surgen durante ese proceso de búsqueda, pero también abrirnos a la posibilidad de que la vida puede ofrecernos muchas formas de ser plenas y felices. El camino hacia la plenitud es personal y único, y lo más importante es que lo construyan desde su propia verdad, sin sucumbir a las expectativas externas.

 Gracias, Raquel, por compartir tu historia y tus reflexiones.

 Gracias a ustedes por este espacio y por abrir una puerta a la conversación sobre temas tan importantes.

Deja una respuesta