Tu primera novela, El tercer salto, nos lleva a Marte en medio de un misterio intrigante. ¿Cómo surgió la idea de mezclar ciencia ficción y crimen en esta historia?
Es un homenaje a los libros de Asimov con el personaje Elijah Baley: Cúpulas de acero, El Sol desnudo y Los robots de Aurora. No son mis libros favoritos de Asimov, pero los valoro mucho precisamente porque son esta mezcla de ciencia ficción con la novela de detectives.
Eres profesor de sociología y escritor de ficción, ¿cómo logras combinar estos dos mundos tan distintos en tu vida diaria? ¿Se influyen mutuamente de alguna manera?
Soy sociólogo y doctor en sociología, pero no soy profesor de sociología. Siempre he sido profesor de materias relacionadas con el diseño o las artes digitales, dentro de lo que un sociólogo aporta a esos mundos. No obstante, dentro de la sociología hay líneas de pensamiento que creen que aprendemos más de una sociedad por sus narrativas que por sus realidades. Yo estoy de acuerdo. Así que siempre he utilizado la ficción como pie para explicar cosas en clase, y esto me ha facilitado mucho tener un buen abanico de referencias a la hora de escribir sobre ciertos temas.
La protagonista, Leda, se enfrenta a una situación límite en un entorno desconocido. ¿Qué querías transmitir a través de su experiencia y cómo fue el proceso de crear un personaje tan complejo?
El objetivo del libro es entretener y divulgar, y, si no es interesante, no es entretenido. Así que hay que hacerlo interesante. Toda historia comienza con un problema o una pregunta que resolver. Y si hay algo a lo que todos tenemos miedo es a estar perdidos, a no saber qué está pasando y no tener control sobre ello. Es fácil empatizar con Leda, porque todos hemos vivido ese sentimiento, aunque seguramente no en una situación tan límite. Una vez ahí, las ganas de llegar a una explicación te impulsan a leer un libro que creo que te enseña más cosas. Sin embargo, creo que el personaje de Leda no es especialmente complejo. Yo diría que es misterioso. Habla poco de sí misma, y casi todo lo que sabes de ella lo sabes por el narrador.
Como lector ávido de autores como Isaac Asimov, Stephen King y Agatha Christie, ¿de qué manera estas influencias literarias han marcado tu estilo a la hora de escribir El tercer salto?
En este libro la influencia principal es Asimov. Cualquiera que sea lector de este autor lo detectará en todas partes. Sin embargo, es cierto que, según avanza el libro, el contexto espacial pierde peso y se convierte más en una trama al estilo Agatha Christie. Incluso en mis notas, cuando escribía el libro, tenía el final identificado como «momento Poirot», ese momento en que el detective explica a todo el mundo qué es lo que ha pasado en realidad. Por último, Stephen King es el autor del que más páginas he leído en mi vida con diferencia. Es natural que se identifiquen algunas metáforas o recursos que han salido de su influencia, como intercalar pensamientos con acción. De hecho, solicité a la editorial conservar estos pensamientos en cursiva, tal como hace Stephen King en sus libros antiguos, aunque ahora el estándar es usar paréntesis.
Dado que El tercer salto también invita a reflexionar sobre el papel del ser humano en el universo, ¿crees que la ciencia ficción es un buen medio para tratar temas filosóficos y sociales?
Es el mejor. Lo llevo diciendo en mis clases muchos años. La ciencia ficción te permite plantear escenarios morales que no se pueden dar en la realidad, porque puedes crear un contexto nuevo. Eso sí, entendamos la ciencia ficción como lo que es, no fantasía con naves espaciales. Que está muy bien, es muy divertida y me encanta, pero no es ciencia ficción, que debe tener siempre una premisa científica plausible, al menos en teoría. Por ejemplo, una de las cosas que mejor funcionan en El tercer salto es que no hay teléfonos móviles, ni internet, ni nada que se le parezca. Que en las naves que he creado no haya estas tecnologías permite desarrollar la trama de la manera en que se desarrolla. Esto no sería así si puedes llamar a cualquiera en cualquier momento o grabar todo lo que ocurre. No habría gente sospechando unos de otros si todo el mundo sabe qué ha estado haciendo ayer y está registrado. Esto es algo que tenía claro desde el primer momento y el género me lo ha permitido. Por supuesto, el camino contrario es posible: plantear un mundo donde la tecnología lo registra todo y lanzar dilemas éticos en ese contexto. La ciencia ficción puede adelantar problemas que no es posible abordar en el realismo. Ahí está Asimov y sus leyes de la robótica emitidas a mediados del siglo XX, por ejemplo.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos que enfrentaste al escribir esta novela? ¿Hubo momentos en los que te cuestionaste si ibas por el camino correcto?
El mayor desafío es muy mundano: encontrar tiempo para escribir. Y tiempo de calidad. Normalmente he escrito al final del día, que es cuando hago las cosas que me gustan como componer, leer, escribir o escuchar música. No veo la televisión desde hace muchos años y tengo las redes sociales mínimas para no ser un outsider, así que de ahí nacen las canciones y ha nacido esta novela. Pero escribir por la noche no siempre es posible si estás cansado. El mayor reto de escribir un libro es poder escribir. Con respecto a la historia, cambió varias veces. Si lees mis notas iniciales no tienen nada que ver. Pero no lo veo como una dificultad, es parte del proceso creativo. Es algo que conocía de antes por haber compuesto música y no me suponía ningún problema hacer borrón y volver a empezar.
Para ti, que también eres músico y artista, ¿cómo se compara el proceso de escribir una novela con el de componer una canción o crear una obra de arte?
Es muy parecido. Siempre digo que una canción se compone para que se escuche y una novela se escribe para que se lea. Se crea para otros. No confundir con crear para gustarle a los demás. Si solo lo haces pensando en los demás, se llama marketing o productos comerciales, que tienen su espacio y alguno está muy bien. Pero si creas porque quieres expresar algo, estás abriendo tus pensamientos y sentimientos a los demás porque los quieres compartir. El proceso de composición musical y de escritura es casi lo mismo, con la diferencia de que la canción es un trabajo mucho más breve, aunque con más posibilidades, pues la música permite expresar muchas cosas donde no llegan las palabras. Escribir es más un deporte de fondo, pero nace del mismo sitio.
Esta es tu primera incursión en la ficción, ¿qué le dirías a alguien que está pensando en lanzarse a escribir su primera novela pero aún no se atreve?
Que escriba el libro que le gustaría leer a él o a ella. Si hay un libro que tú tienes en la cabeza, te gustaría leer y no existe aún, es que debe ser escrito. Y es importante que tomen la experiencia como un aprendizaje, que es como me lo tomé yo desde el principio. Que no sean perfeccionistas. La idea es que escribir el primer libro te ayudará a aprender a escribir. Así aprendí yo a componer y funcionó. Ya no tocamos las primeras canciones, pero las últimas no existirían sin aquellas. Apaga la tele y escribe.