yudin
  • Miguel, tu último libro trata sobre Sergei Yudin, una figura fascinante en la historia de la medicina. ¿Qué te inspiró a escribir sobre él y qué crees que hace su historia tan relevante hoy en día?

Mi primera intención fue rescatar la figura más destacada de la cirugía ruso-soviética del siglo XX prácticamente olvidada en la actualidad. Además de ser un gran cirujano, Yudin desarrolló el método de transfusión de sangre de cadáver, que le llevó a obtener grandes cantidades de este fluido para transfundir en las complejas operaciones quirúrgicas que realizaba, lograr su conservación de manera prolongada y demostrar que se podían obtener tejidos de personas a las pocas horas de la muerte para su uso en medicina.

  • Como neurólogo con una profunda investigación en la historia de la medicina, ¿qué desafíos encontraste al documentar la vida y logros de Yudin, especialmente considerando la época y el contexto político en el que vivió?

Fue una tarea difícil para la que tuve que consultar textos y documentos de diferentes épocas, muchos de ellos en ruso. La investigación tuvo dos facetas principales, una sobre su carrera profesional y científica, y otra sobre su vida personal y los desencuentros que tuvo con el régimen soviético.

  • La transfusión de sangre de cadáver fue un avance significativo en su tiempo. ¿Podrías explicar cómo Yudin llegó a este descubrimiento y qué impacto tuvo en la medicina de la URSS y en el mundo?

A comienzos de los años treinta era complicado practicar una transfusión de sangre, para la que se disponía de un escaso número de donantes vivos que debían estar disponibles cuando se necesitase emplear la sangre en una operación, ya que no se podía almacenar. Yudin logró obtener grandes cantidades de este fluido y conservarlas hasta más de tres semanas, lo que facilitó su disponibilidad y utilización en cirugías que precisaban transfundir grandes cantidades de sangre, como la gástrica y la de urgencias, en las que era un experto. Así creó el primer banco de sangre de la historia.  

  • Además de sus contribuciones médicas, Yudin tuvo una vida personal y profesional marcada por la represión estalinista. ¿Cómo afectaron estos eventos a su carrera y legado?

Sergei Yudin procedía de una familia burguesa de Moscú y siempre fue crítico con el régimen comunista soviético, al que denominaba despectivamente “la Sovdepia”. Su gran prestigio profesional y científico le salvó de la represión durante mucho tiempo e incluso obtuvo las más altas distinciones del país, tanto en tiempos de paz como de guerra. Era un gran patriota. Sin embargo, en el periodo final del estalinismo fue detenido, torturado y encarcelado durante tres años en Moscú, para luego ser deportado a Siberia, de donde no regresó hasta el verano de 1953, unos meses después la muerte del dictador.

Miguel Marco Igual. Autor de la obra.
  • Tu libro también menciona los viajes de Yudin a Francia, España e Inglaterra. ¿Qué impresión dejó en la comunidad médica internacional y cómo fueron recibidas sus innovaciones fuera de la URSS?

Serge Judine, como era conocido en Francia y España, causó una gran impresión en Europa Occidental durante los años treinta, recibiendo el apelativo de “El gran Judine”. Conocemos su estancia en diciembre de 1932 en Barcelona, donde fue admirado por su destreza en las intervenciones de demostración que practicó en cirugía gástrica y la gran sorpresa que causaron sus conferencias sobre las transfusiones de sangre de cadáver. En los años siguientes aún alcanzó un mayor reconocimiento internacional al publicar sus experiencias transfusionales en un libro en francés y en varios artículos de prestigiosas revistas internacionales, con lo que este tema se hizo popular entre la clase médica de muchos países.

  • Dado tu interés en la historia de la neurociencia, ¿has encontrado algún paralelismo entre la evolución de esta disciplina y los avances realizados por Yudin en su tiempo?

Bueno, como señalas, la mayoría de mis investigaciones históricas han versado sobre la neurociencia. Lo de Sergei Yudin en los campos hematológico y quirúrgico es un tema aparte. Sin embargo, sí que existe un paralelismo entre lo que sufrieron Yudin y sus colegas psiquiatras, neurólogos y psicólogos soviéticos por culpa del régimen estalinista. 

  • La historia de Yudin y sus contribuciones parece especialmente relevante en el contexto actual, donde la ciencia y la medicina siguen enfrentándose a desafíos éticos y sociales. ¿Qué lecciones crees que podemos aprender de su vida y obra para aplicar hoy en día?

Podemos asegurar que Yudin fue un gran experto en la cirugía gastro-esofágica, traumatológica y de urgencias, la anestesiología y la medicina transfusional, disciplinas que obviamente han evolucionado con el paso de los años. Hoy en día las cosas son más complejas y disponemos de una gran cantidad de información que nos empuja más hacia la especialización en un determinado campo. Las cuestiones éticas y legales eran más laxas en su época, y permitían iniciativas que actualmente no serían posibles. 

Para aquellos lectores que quizás no estén familiarizados con la historia de la medicina, ¿qué mensaje principal te gustaría que se llevaran tras leer tu libro sobre Sergei Yudin?

Que sus experiencias, aunque no se consolidaron, abrieron la puerta hacia la modernización de las transfusiones de sangre, indispensables para la evolución de la cirugía y marcaron el camino hacia la moderna ciencia de los trasplantes al mostrar que se podían utilizar terapéuticamente los tejidos de un cadáver. En el caso de la cirugía, Yudin fue una gran figura internacional que desarrolló técnicas innovadoras. Su ejemplo también nos muestra que la historia olvida injustamente a grandes personajes, cuyo conocimiento es necesario para comprender mejor el presente y saber de dónde venimos.

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