maricarmen gimenez

• María del Carmen, tu libro «¿Quién teme al Lobo Feroz?» aborda temas como la aceptación y la valentía. ¿Qué te inspiró a escribir esta historia?

Diría que fue una combinación de factores diversos, entre los que se encuentran experiencias propias, aprendizajes que me aportan los alumnos cada día, así como las carencias en materia de inteligencia emocional y valores humanos esenciales que – cada vez más – presentan niños y jóvenes.

La gran diversidad de nuestra sociedad (que encuentra su reflejo en las aulas) no encuentra en ocasiones el respeto, la tolerancia, la aceptación, la solidaridad y la responsabilidad que merece; es por ello que considero muy necesario transmitir a las nuevas generaciones la importancia de aceptar que cada individuo es único y maravilloso tal cual es, que merece respeto y que puede resultar muy enriquecedor aprender de las diferencias y ser tolerantes, evitando juzgar antes de conocer y comprender. 

Si bien resulta igualmente relevante y necesario ayudarles a que se conozcan y acepten a sí mismos desde un punto de vista positivo, hacerles conscientes de su valor como persona, dándoles herramientas con que gestionar – dentro de lo posible – las situaciones que les desbordan solicitando apoyo si así lo precisan. Pues pocos actos requieren de tanta valentía como pedir ayuda y ser uno/a mismo/a.

• En tu experiencia como educadora y ganadora de premios literarios, ¿cómo crees que la literatura puede impactar positivamente en la vida de los niños y jóvenes?

Creo firmemente que la literatura es un recurso increíblemente valioso para realizar aprendizajes que nos acompañarán de por vida. No sólo ofrece al lector la posibilidad de recibir, sino también de crear.

En su vertiente lectora, abarca oportunidades como facilitar aprendizajes escolares, contribuir a un mejor conocimiento y comprensión de la realidad que rodea al lector y de otras muchas que le son ajenas, adquirir lecciones importantes para su vida diaria a través de la moraleja de cada historia, interiorizar valores y principios fundamentales para todo ser humano, encontrar una fuente de placer, disfrute y evasión de la realidad; leer también fomenta el desarrollo de la imaginación y la creatividad, permite enriquecer el bagaje léxico, gramatical y ortográfico de cada persona, soñar con mundos y experiencias maravillosas, identificarse con los personajes de las obras leídas o “convertirse” temporalmente en uno de ellos, viajar y vivir aventuras de forma totalmente única sin moverse del sillón,…

Del mismo modo que, en el ámbito de la creación escrita, abre la puerta a la expresión de sentimientos, emociones y frustraciones; da opción a compartir los relatos creados con otras personas; favorece la claridad y organización de ideas y, con la práctica, una mejora en la capacidad expresiva y comprensiva de quien escribe, entre otras múltiples opciones.

• El Bosque de los Cuentos es el escenario de tu historia. ¿Por qué elegiste este entorno para desarrollar la trama y los personajes?

Desde tiempos inmemoriales, los cuentos han sido el medio con el que transmitir – de generación en generación – aprendizajes y enseñanzas vitales fundamentales para el ser humano, favoreciendo su conocimiento y comprensión del medio en el que se encuentra y lo que en él sucede, y velando por su protección y cuidado.

Pero en el mundo de los cuentos, todo es idílico e “inamovible”: el rol que encarna cada personaje se mantiene de principio a fin (el “bueno” lo es desde el inicio y el “malo” lo es hasta el final) y esa “etiquetación” sigue patente en la actualidad, pues tendemos a juzgar y encasillar a las personas por los rasgos que las diferencian de nosotros incluso antes de conocerlas bien; ya sea porque no disponemos de las habilidades emocionales necesarias para hacerlo de otro modo o porque seguimos nuestro instinto primitivo de alejarnos de todo aquello que no “encaja” en nuestros esquemas porque “no puede ser bueno” si no pertenece a ellos.

“¿Quién teme al Lobo Feroz?” busca “romper” con estas ideas al demostrar que hasta los perfectos personajes de cuento pueden cometer errores, reflexionar sobre ellos y aprender para mejorar como personas. Nada ni nadie es perfecto. No todo es blanco o negro. Nadie es completamente “malo” o “bueno”. Y ser consciente del amplio abanico de grises existente, así como aprender a apreciar, aceptar y tolerar esas diferencias puede enriquecernos mucho, tanto a nivel individual como social.

Adoptar un punto de vista más amable y respetuoso a la hora de valorar nuestra realidad y a quienes la forman nos ayudará a entender que no todo es lo que parece y que, como se suele decir, “no se debe juzgar al libro por la portada”.

«¿Quién teme al lobo feroz?», obra de María del Carmen Giménez Guillén

• «¿Quién teme al Lobo Feroz?» tiene un mensaje poderoso sobre la aceptación de las diferencias. ¿Cómo crees que los lectores pueden aplicar estos valores en su vida cotidiana?

Mediante sencillos gestos y acciones, los lectores de “¿Quién teme al Lobo Feroz?” pueden adquirir, ejercer y practicar esos valores en su día a día.

Elegir conocer y comprender antes de juzgar; mostrar respeto hacia los demás, pero también hacia sí mismos; trabajar en forjarse un autoconcepto positivo y apreciar su valor como individuos; optar por ser asertivos al comunicar sus pensamientos y emociones; cambiar el miedo y el rechazo hacia la diferencia por curiosidad sobre la misma; interiorizar que cada persona es única, maravillosa y valiosa tal y como es; que todos tenemos algo que aportar. Concebir que de los errores se aprende y que, reflexionando sobre ellos, se pueden enmendar, o al menos mejorar como seres humanos de cara a situaciones similares futuras.

En definitiva, interactuar con los demás de forma responsable, siendo conscientes del efecto que pueden tener nuestras palabras y nuestras acciones sobre ellos y sobre sí mismos. Así lo demuestra el conocido como “ejercicio del folio”: si tomamos un folio liso, sin manchas, pliegues ni arrugas, pero lo sometemos a actuaciones como arrugarlo, pisarlo, retorcerlo, descuidar su limpieza… por mucho que luego queramos devolverlo a su estado original, nunca podrá hacerlo. Siempre le quedarán marcas (cicatrices) de todos los procesos por los que ha pasado y nunca desaparecerán. Lo mismo sucede, pues, con lo que hacemos y decimos y con la forma en que lo hacemos: deja – para bien o para mal – heridas y marcas en nosotros que pueden resultar difíciles de sanar y que se podrían haber evitado si hubiésemos abordado la situación desde un punto de vista más amable para ambas partes.

• Como ganadora del Concurso de Narración Corta de Beniel en dos ocasiones, ¿cómo ha influido este reconocimiento en tu carrera literaria?

Sin duda alguna, cada uno de esos reconocimientos me ha aportado mucha alegría y satisfacción por el trabajo bien hecho, motivándome a seguir escribiendo, a compartir las historias que hasta entonces sólo creaba para mí, a creer y confiar más en mí, en mis habilidades como escritora y en la calidad de mis relatos.

Saber que aquellas narraciones quedaban a disposición de otras personas en una biblioteca para que pudieran leerlas y disfrutar con ellas me hizo muchísima ilusión; esos escritos iniciales sentaron las bases en relación al tipo de escritura que quería realizar, me dieron pie a no rendirme hasta conseguir mi sueño literario y me condujeron poco a poco hasta el momento en que me encuentro hoy, publicando este precioso cuento escrito e ilustrado por mí con una editorial como es Círculo Rojo.

• Has dedicado gran parte de tu vida profesional a la enseñanza y la animación lectora. ¿De qué manera tu experiencia en el ámbito educativo ha moldeado tu escritura?

En palabras de Malala Yousafzai, “Recordemos: un libro, un bolígrafo, un niño y un maestro pueden cambiar el mundo”. Y eso es algo que mi experiencia docente y literaria me han demostrado con creces.

Cada día que paso en un aula aprendo algo nuevo observando y escuchando a los estudiantes, presenciando y conociendo realidades muy diversas, identificando y reforzando sus habilidades y detectando y atendiendo sus necesidades, analizando cómo aprenden para buscar las estrategias y recursos más apropiados para ello. Y es ahí donde mis creaciones literarias me permitían adaptarme al máximo a los contenidos a trabajar con mis estudiantes, personalizando el modo en que accedían a ellos a través de relatos elaborados por mí específicamente para ello.

Y es en función de esto que progresivamente he ido “encauzando” mis creaciones literarias hacia temáticas y formatos que fueran accesibles, enriquecedores y transmitieran un mensaje valioso a quienes se acercaran a ellas, poniendo mis conocimientos, formación, vivencias y habilidades al servicio del lector y de su reflexión sobre realidades, pensamientos y acciones diversas.

Es el caso, por ejemplo, del tiempo en que fui responsable de una biblioteca escolar, en la que realizaba a diario animaciones lectoras para alumnos de todos los niveles de Educación Primaria, organizadas en torno a temáticas mensuales basadas en la adquisición de principios, valores y herramientas necesarias para su día a día. Así, historias relacionadas con Halloween permitían tratar temas como el afrontamiento de los miedos, el autoconcepto positivo o aspectos relacionados con las redes sociales. Del mismo modo que, con motivo del Día de los Derechos del Niño y la Niña, pudieron abordarse realidades tan importantes como la aceptación de las diferencias, la no asignación de roles o actividades en función del género, o las formas de rechazo y solicitud de ayuda ante cualquier forma de contacto físico inapropiado y/o no deseado.

La autora posando con su obra para Todocultura.es

• En tu biografía mencionas un enfoque particular en educación en valores. ¿Qué importancia tienen estos valores en la creación de historias infantiles y juveniles?

Un sabio proverbio hindú, afirma que “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”.

Los relatos infantiles y juveniles son, pues, el medio perfecto para transmitir a sus lectores enseñanzas tan imprescindibles como la identificación, comprensión, interiorización y aplicación de valores humanos esenciales. Una fuente de aprendizaje a la que podemos volver una y otra vez, siempre que lo deseemos o lo necesitemos. Que podemos compartir con quienes más queremos. Y que echamos de menos cuando, por algún motivo, no los encontramos en nuestra memoria o entre nuestras pertenencias. Son un gran tesoro que enriquece enormemente a quienes apuestan por perderse entre sus páginas, historias y personajes.

Sus moralejas nos han enseñado a través de los siglos a no confiar en extraños (Caperucita Roja), a ser pacientes y a trabajar duro (Los tres cerditos), a reconocer el mérito de cada esfuerzo (Cenicienta), a que la valentía y la generosidad pueden vencer a la envidia y la maldad (BlancanievesHansel y Gretel), a pensar antes de actuar (La Sirenita), a proteger y cuidar la naturaleza y los seres vivos (Pocahontas, 101 Dálmatas), a valorar enormemente la amistad (Un regalo diferente), a aceptar las diferencias (Por 4 esquinitas de nada), a identificar y gestionar nuestras emociones (El monstruo de colores),… entre otras muchas cosas.

​Por lo que, para mí, la educación en valores y la literatura infantil y juvenil, ya sea la de creación propia, la transmitida oralmente de generación en generación, o la compartida por innumerables autores de todo el mundo, van de la mano, constituyendo una pareja que jamás debería romperse. Pues, como escribió el gran Miguel de Cervantes, “En algún lugar de un libro, hay una frase esperándonos para darle sentido a la existencia”.

• Finalmente, María del Carmen, ¿cómo te gustaría que los lectores se sintieran al terminar «¿Quién teme al Lobo Feroz?» y qué mensaje esperas que se lleven de tu obra?

Me haría muy feliz que disfrutaran de su lectura y sus ilustraciones, que con tanto cariño y dedicación he realizado; me encantaría que este entrañable relato les “llegara” de algún modo al corazón y les transmitiera alguna enseñanza que consideren de valor, por pequeña que sea.

Sería un honor que, de algún modo, mi obra contribuyera a que todo el que se acerque a ella entienda que cada individuo es único y que absolutamente todos tenemos algo bueno en nosotros que merece la pena descubrir y valorar; algo que implica acoger una mirada que vaya más allá de la superficie y se quede con lo esencial e importante.

Quiero pensar que con “¿Quién teme al Lobo Feroz?” ayudo a visibilizar un poquito más las situaciones de rechazo a la diferencia, a dar “voz” a quienes no se sienten con fuerzas para expresarlas, guiar al lector hacia una sencilla reflexión al respecto y hacerle llegar la enorme relevancia de detectar esas circunstancias en su entorno y de ser tolerantes, respetuosos, empáticos y responsables con sus acciones hacia quienes les rodean. 

Porque como dijo Henry David Thoreau, “Nunca es demasiado tarde para abandonar tus prejuicios”.

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