Yolanda, ‘Veo un Rugido’ está inspirado en la vida de tu hijo y su lucha contra la sordera en un entorno hostil. ¿Cómo fue el proceso de trasladar esa experiencia personal tan íntima a una obra literaria?
La vida de las personas con discapacidad les condiciona a vivir con muchas dificultades y desventajas respecto a los que no las padecen. Considero a mi hijo una persona vulnerable por su sordera, pero con un deseo de vivir y la determinación absoluta de salir adelante, comunicarse, trabajar, y tener un hogar como todos. Ser incluido en la manada por así decirlo, no tolerado, incluido y valorado como cualquier persona. Lo ha logrado, y he querido compartir su vida con personas parecidas, que sienten que están demás en el mundo o que han fracasado. Siempre hay esperanza, estar dentro de la manada ayuda mucho.
La historia de Jon, el león sordo, parece reflejar muchas emociones y desafíos reales. ¿Cuánto de la vida real de tu hijo se encuentra en la narrativa de esta obra, y cómo lograste entrelazar la fantasía con la realidad?
El batallar de mi hijo ha sido posiblemente más duro que el de Jon, el león sordo. Trasladar al papel al pequeño y obstinado león fue sencillo, yo admiro a mi hijo, estoy orgullosa de él. Es un héroe, valiente y con carácter, pero con una cualidad hermosa: Sabe amar, es tolerante y aprendió a perdonar.
La naturaleza y el entorno juegan un papel importante tanto en tu vida personal como en la historia de Jon. ¿Cómo ha influido tu crianza en la exuberante naturaleza ecuatoriana en tu estilo de escritura y en la forma en que desarrollas los escenarios de tus historias?
Amas la tierra donde naces. El campo es maravilloso y la gente buena te marca. Crecí en el Litoral de Ecuador, lleno de serpientes, de animales salvajes, con una vegetación abundante y calor. Cuando escribes, esos atardeceres plácidos o tomentosos están allí.
‘Veo un Rugido’ habla mucho sobre la lucha por la aceptación y la superación personal. ¿Qué mensaje esperas que los lectores se lleven de esta obra, especialmente aquellos que puedan estar atravesando situaciones similares?
Esperanza, valentía. Es muy duro tener una discapacidad, el rechazo, la soledad van de la mano y las personas sufren. No todos tienen la valentía de Jon, pero todos enfrentan sus miedos, la conmiseración, la frustración. Espero que las personas que lean este libro se identifiquen con Jon y sientan que no están solos, que no se den por vencidos.
Hacer visible una discapacidad como la sordera a través de una historia tan poderosa es un acto valiente. ¿Cómo crees que las narrativas en la literatura pueden cambiar la percepción pública sobre las personas con discapacidades?
Escribí este libro como un acto de amor, más que de valentía. Adentrarse en el mundo de las personas con discapacidad es triste, en mi país de origen donde se relega y no se ocupan de ellas, en los campos donde no asisten siquiera a una escuela, porque no las hay; es doloroso. Hoy se habla de inclusión, pero mi hijo va a cualquier bar con sus amigos y nadie sabe señas. Hay un largo camino por recorrer.
Al vivir y escribir desde el País Vasco, lejos de tu tierra natal, ¿cómo ha sido tu experiencia como escritora en un nuevo país? ¿Crees que la distancia geográfica ha influido en tu manera de contar historias?
En mi país ya escribía, poesía y para algún periódico en mi juventud. Luego mi tiempo para escribir se detuvo. Escribo ahora cuando mi vida está más calmada. La distancia te hace ver las cosas desde otra perspectiva indudablemente, los recuerdos son más nítidos. Supongo que la añoranza también te vuelve poeta, y escribes.
El personaje de Jon tiene que enfrentarse a muchos desafíos sin la presencia constante de su padre. ¿Cómo influye la ausencia paterna en el desarrollo del protagonista y qué quisiste explorar con esta dinámica familiar?
Para un hijo, la ausencia de cualquiera de sus progenitores es triste. El padre de mi hijo nos abandonó por fuertes adicciones y eso afectó a todos. Jon siempre buscó respuestas, era un adolescente rebelde, irascible que no encontraba su lugar en el mundo. Con los años ha perdonado a su padre y su larga ausencia. Lo incluí en la obra, porque a pesar de marcharse, su padre lo amaba. Y quiero que no lo olvide.
Como escritora que comenzó su carrera más tarde en la vida, ¿qué le dirías a aquellos que sienten que es demasiado tarde para seguir sus pasiones? ¿Qué desafíos y satisfacciones has encontrado al dedicarte a la escritura en esta etapa de tu vida?
Escribir es un placer espiritual, con los años aprendes a callar y también a decir lo que piensas. Te los has ganado. Yo descubrí que puedo escribir lo que quiero. Tengo más tiempo que en mi juventud y menos cargas. La camada ha crecido y puedo soñar un poco. Hay muchas historias dando vueltas mi cabeza y habrá que sacarlas a la luz. Nunca es tarde para comenzar algo nuevo.