• Nuria, nos has contado que el proceso de ser madre ha sido tu mayor formación en la vida. ¿De qué manera influye esta experiencia personal en tu obra ‘Clàudia tiene la llave’?

 Cuando eres madre de tres hijas, quieres llevar una vida lo más organizada posible para llegar a todo.  En realidad, he aprendido que no tenemos control de prácticamente nada, así que cuando, a los tres años y medio, una de mis hijas sufrió cáncer, me vi obligada, para poder llevar la situación con la máxima salud mental y emocional, a dejar de luchar por tomar el mando y comenzar a aprender lo que de verdad significaba ser madre. 

“Clàudia tiene la llave” connota que la sabiduría viene de los niños. Ellos tienen la llave. No los adultos. Ellos juegan, son espontáneos, se enfrentan de manera presente a los retos sin anticiparse a futuribles ni hechos pasados. Ellos ríen, hasta el final.

Y Cláudia es la maestra, la protagonista de este cuento que, a través de aventuras, va dándole sentido a la enfermedad y a la vida.

  • Tu cuento habla de una isla invadida y de un volcán que despierta enfadado. ¿Qué simbolismos esconden estos elementos? ¿Cómo nacieron estas metáforas en tu proceso creativo?

Se trata de un cuento donde las emociones no expresadas buscan salida.

La isla representa la normalidad en la que nos vemos inmersos en el día a día, en la que todo es funcional y tranquilo hasta que ocurre algo, donde deja de serlo.

En el cuento son unos invasores los que llegan y traen cambios.

Los invasores vendrían a ser, en este caso, las células cancerígenas o enfermedad. 

El volcán es la metáfora que he elegido para darle sentido al porqué de esta enfermedad.

Una de las cosas más difíciles de gestionar como padres, ante la dolencia de un hijo, son los porqués.

En realidad, lo son ante cualquier hecho traumático, pero cuando eres madre o padre es inevitable pensar cuanto de responsabilidad hay en lo que le sucede a un hijo.

El volcán es un sentido creativo proyectado para canalizar de manera más saludable un cúmulo de preguntas y sensaciones que, de no ser expresadas, pueden llegar a dañar la propia estabilidad.

Cuando la impotencia, la culpa y el enfado acechan, la expresión creativa puede dar una salida compasiva y amorosa muy sanadora. La mente busca en lo conocido para explicarnos lo que sucede. Si cambiamos lo que nos decimos, la mente no distingue entre realidad y ficción y llega más fácilmente la sensación de calma.

Para escribir el cuento, salí de mi mente controladora que trataba de comprender el porqué de que, un niño sano, enfermara a tan corta edad sin ningún motivo aparente y simplemente dejé que mi corazón creara una historia. Cerré los ojos y escribí como, si más allá de mi mente, hubiera una respuesta desconocida a lo que estaba ocurriendo. Real o imaginario era lo de menos. Era el cuento que yo también necesitaba.

  • Como terapeuta Gestalt y acompañante emocional, trabajas muy de cerca con el dolor y la sanación. ¿Cómo conectas estas facetas de tu vida con tu labor como escritora?

La terapia Gestalt es una terapia humanista que centra la experiencia en lo que está ocurriendo en el momento presente de manera auténtica. Esto hizo darme cuenta enseguida de cómo los niños viven naturalmente de esa manera, espontáneamente y sin analizar lo que ocurre, simplemente viviéndolo y jugando en cualquier circunstancia, por terrible que al adulto le parezca. Somos los mayores quienes les sacamos de ahí, corrigiendo o alimentando con juicios su experiencia. 

Para mi escribir y expresar es un proceso sanador en el que comparto mi experiencia para quien pueda servir.

Clàudia tiene la llave. Obra de Nuria Castellano Peralta.
  • Has mencionado que parte de tu corazón está en este cuento. ¿Qué emociones o vivencias personales te llevaron a escribir esta historia en particular?

Dos motivos me inspiraron a escribir este cuento. 

El primero fue que siempre me ha gustado leerles cuentos a mis hijas. Sobre todo, cuentos de superación en los que se pudieran sentir reflejadas. A los tres años y medio, una de mis hijas sufrió un cáncer y eché mucho de menos, en las largas noches de hospital, algún cuento donde, sin hablar directamente de la enfermedad, la protagonista de la historia reflejara las características físicas a las que se estaba enfrentado ella. 

Cuando estás inmerso en una situación tan difícil, la imaginación es un descanso para el alma. Y más si el cuento no es sólo para los niños sino también para sus padres y familiares.

El segundo motivo fue el intenso momento emocional al que me enfrentaba yo como madre. 

Me resultaba tremendamente difícil poner palabras a lo que sentía de manera directa y, a la vez, sentía la imperiosa necesidad de ponerles orden.

Ambos motivos, crear para volar y crear para sanar me llevaron a esta historia.

  • ‘Clàudia tiene la llave’ está dirigido a todos los públicos, porque todos seguimos siendo niños. ¿Qué mensaje esperas que los lectores de todas las edades se lleven tras leer tu obra?

Que, tratando de preguntarnos porqué suceden ciertos hechos dolorosos y difíciles de asimilar, podemos perder la cordura. 

Y que, viviendo como hacen los niños, con espontaneidad y sin juicio y extrayendo un aprendizaje, podemos darnos cuenta de que todo puede llegar a tener sentido. 

A veces, el sentido es algo tan sencillo como que lo importante permanece más allá de la enfermedad, incluso de la muerte.

  • A menudo, los artistas enfrentan miedos e inseguridades al exponer su obra al mundo. ¿Qué temores o retos has experimentado al publicar este cuento y cómo los has superado?

Al tratarse de una experiencia profunda y personal, sí he transitado miedos. 

Primero, en el proceso de realizar el cuento y, después, a la hora de exponerme. 

La verdad es que, cuando he sido capaz de abrazar la realidad y perdonarme por no haber podido evitarla, simplemente me he entregado a la vida.

Confío en que esta historia hará bien a quien la necesite.

Pienso que todos necesitamos creer que hay un sentido para todo. Exista o no.

Y me calma saber que, nadie que no haya vivido esta experiencia, pueda juzgarla.

  • Finalmente, nos encantaría saber cómo ha sido tu experiencia combinando tu labor como madre, funcionaria y terapeuta con tu faceta creativa como autora. ¿Qué consejos darías a quienes buscan equilibrar su vida profesional y personal con sus pasiones artísticas?

Siempre me ha gustado escribir desde pequeña. Esta vez, me parecía que, si a mí me había servido, esta historia podía ayudar a aquellos padres que leen cuentos a sus hijos, a personas que se enfrentan a la enfermedad y familiares y que, a veces, olvidan que, cuando nos permitimos ser niños, todo es mucho más sencillo.

Las cosas que son buenas para el alma nunca son una obligación y encontrar el tiempo es salud y ejemplo para quienes te miran de cerca.

 Así hice con este cuento. Tiempo para mi salud emocional.

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