- En tu sinopsis mencionas que la novela es una oportunidad para expresar tus pensamientos y valores respecto a cuestiones importantes de la vida. ¿Cuáles son algunos de estos temas que consideras fundamentales y que exploras en la obra?
En primer lugar, al describir mi infancia y adolescencia, no hago sino presentar la sociedad de aquel momento y las situaciones que vivía la gente de entonces. Una sociedad marcada, en este caso, por el nacionalcatolicismo y al dictadura reinante. Dando lugar, muchas veces, a una vida de hipocresía y de apariencias. Amén, claro está, de represiva en todos los sentidos: tanto civil como religiosamente.
Durante mi etapa de estudiante de teología en el seminario trabajé en Alemania durante cinco veranos. Allí conocí la vida dura de la emigración que llevó a cuestionar muchas de las enseñanzas teológicas y de las vivencias de mi época del seminario. Creo que supuso un punto de inflexión en mi vida.
Toco temas tan importantes como : el amor, el celibato sacerdotal, el aborto, el divorcio, la religiosidad en general, la homosexualidad, los abusos sexuales, entre otros
- ¿Cómo fue tu proceso de escritura para esta novela autobiográfica en comparación con tus otros trabajos literarios?
Ha sido una experiencia que me costó empezar en principio, pues era la primera vez que utilizaba este género. Yo normalmente he escrito bastante sobre ensayo, crítica, biografía, etc. Debo confesar que me ha enganchado de tal manera que, en estos momentos, estoy acabando ya la tercera.
- ¿Qué aspectos de la experiencia humana y espiritual deseabas explorar a través de los personajes de Fernando e Irene?
En primer lugar, el tema del sacerdocio. Siempre he creído que es esta una figura, dentro de la Iglesia, que conviene desmitificar, presentándola en su realidad humana, cercana a la gente y, por lo mismo, lejos de una imagen angelical, falsa para mi en todos los sentidos.
En Irene he pretendido presentar la vida de pareja y de matrimonio: sus momentos bonitos, pero también sus dificultades, roces y enfrentamientos. De soslayo, a través de Susana, la hija de Irene, he intentado reflejar la vida de los adolescentes y jóvenes de hoy en día, a veces muy dura, sobre todo en algunos casos de separación o divorcio de los padres.
- ¿Cuál fue el mayor desafío al abordar temas considerados como de frontera por parte de la Iglesia en tu novela?
Sencillamente tratarlos como son: es decir, desde la realidad, pero también desde la crudeza que a veces encierran. En el fondo, si se mira desde el interior, mi pretensión no ha sido otra que presentar la dureza de la religión en general, muchas veces, contrastando, a su vez, con la frescura y misericordia, perdón, bondad, etc. del Evangelio. He querido dejar claro, mi vivencia personal, que el Evangelio es la mejor de las noticias que me han podido pasar en mi vida.
- Como ex sacerdote, ¿cómo influyeron tus experiencias pastorales en la construcción de los personajes y la trama de la novela?
De manera directa, no cabe duda. Es más, debo decir que hay escenas y situaciones narradas en la novela que las he vivido personalmente. Es decir, tienen de novelesco únicamente la forma que las he dado y la narración, pero son tan reales como la vida misma. Concretamente, el capítulo donde hablo del divorcio es totalmente real, aunque novelado, claro está.
- ¿Cómo te sientes al compartir tu primera novela autobiográfica con el público? ¿Ha sido un proceso emocionalmente desafiante o liberador?
Pues creo que hay parte de las dos cosas, aunque comprimidas en una. Me explico: necesitaba hablar de mi interior, de lo que creo, de lo que pienso, del motor que mueve vida que no es otro que el Evangelio y de los valores maravillosos y, por lo mismo, tremendamente liberadores que contiene. Tenía ganas de decir a la gente que, a veces, las instituciones, en este caso la Iglesia, no hacen sino encorsetar a la persona creyente. Animo a quien pueda encontrarse en situación semejante, que no lo tire todo por la borda, sino que intente entrar en el Evangelio; allí descubrirá la frescura y la libertad que ayudan a vivir con ilusión y esperanza.
- ¿Qué te llevó a explorar el tema del amor en la novela, especialmente desde la perspectiva de alguien que ha vivido experiencias pastorales y ha sido parte del mundo académico?
Fue algo muy natural. Siempre he predicado a los feligreses que me han sido encomendados y también a mis alumnos y alumnas en clase que las personas hemos nacido para amar y para ser amados. Y, por lo mismo, solo cuando amamos y somos amados conseguimos de verdad ser felices. Un amor, también quiero decirlo, traducido en solidaridad y entrega a las personas que puedan estar necesitadas. Como dice Fernando a Irene, cuando se encuentran en Roma en medio de la plaza de san Pedro, “Amar es maravilloso”.