- Aramís parece tener un vínculo muy especial con su abuela Lucía, quien le transmitió valores que la acompañan en su vida. ¿Qué te inspiró a construir este lazo tan profundo entre ambas? ¿Hay algo de tu propia historia personal reflejado en esta relación?
La relación entre Aramís y su abuela Lucía fue pensada para reflejar la influencia de las generaciones anteriores en las más jóvenes.
Lucía representa un vínculo con el pasado que trasciende el tiempo y las circunstancias. Las abuelas se convierten en guardianas de sabiduría, de tradiciones y de valores que van más allá de lo que se aprende en los libros o en la escuela.
La razón por la cual quise que Aramís tuviera ese lazo tan fuerte es porque muchas veces las relaciones intergeneracionales son fundamentales para la construcción de identidad, especialmente en momentos de desafío.
La antecesora no solo es un ejemplo de resistencia o de valores como el amor, la paciencia y la solidaridad, sino que también es una figura que ofrece un refugio seguro cuando el mundo parece incierto.
Creo que siempre hay un reflejo del autor en sus historias, gracias a experiencias personales vividas u observadas, y en este caso he pensado en muchos momentos en la figura de mi abuela María, que fue figura clave en mi vida y la relación especial que tenía con ella.
- A lo largo de la novela, Aramís enfrenta el desamor como un aprendizaje. ¿Qué mensaje querías transmitir sobre las relaciones y cómo nos transforman, especialmente cuando no son como las imaginamos?
El tema del desamor, aunque es doloroso, también tiene un profundo potencial transformador. Para Aramís, no es solo una experiencia de sufrimiento, sino un proceso de crecimiento, de reconfiguración interna. Quería transmitir que las relaciones, incluso las que no salen como las imaginamos, nos enseñan algo crucial sobre nosotros mismos y sobre lo que realmente valoramos.
A menudo, cuando estamos enamorados o cuando nos entregamos a una relación, idealizamos muchas veces lo que queremos que sea. Pensamos que el amor debe seguir un guion perfecto o que las personas, por el solo hecho de amarnos, cumplirán con nuestras expectativas. Pero, cuando esas expectativas no se cumplen, la desilusión puede ser un punto de inflexión que nos invita a cuestionarnos.
El mensaje central es que, aunque el desamor puede dejar cicatrices, también es una oportunidad para aprender, para liberarnos de idealizaciones y aceptar que el amor verdadero no siempre es perfecto, y que cada experiencia —incluso las más dolorosas— nos permite conocernos mejor.
Lo que quería transmitir es que, aunque las relaciones no siempre sean como las imaginamos, cada una nos deja una enseñanza.
- El voluntariado es uno de los ejes principales de la novela. ¿Qué experiencias o investigaciones influyeron en la manera en la que abordaste temas tan complejos como los conflictos armados y las voces de las víctimas?
El voluntariado es uno de los temas centrales en mi novela. Se trata de un rol ambivalente: quienes se involucran lo hacen desde la solidaridad y el deseo de cambio, pero también enfrentan costos emocionales y psicológicos.
A través de personajes como Aramís, traté de reflejar cómo el voluntariado puede transformar a quienes lo realizan, pero también desafiar sus límites emocionales y su identidad. La lección principal es que el sufrimiento de las víctimas no debe ser tratado como algo que simplemente se «rescata», sino que sus voces deben ser escuchadas.
En cuanto a las experiencias que influyeron en mi escritura, no puedo hablar de vivencias propias, pero las investigaciones que realicé sobre la dinámica de los conflictos armados y las historias de las víctimas me permitieron entender mejor los matices de estas experiencias humanas. El dolor, la pérdida, la resiliencia y la búsqueda de justicia son temas recurrentes en muchas de las narrativas de quienes han vivido situaciones de guerra o violencia extrema.
Leí testimonios, relatos en contextos de posconflicto y entrevistas con sobrevivientes. Lo que más me impactó fue la voz de las víctimas, que a menudo está silenciada o distorsionada por las narrativas oficiales. Hay un poder enorme en las historias personales, y traté de capturarlo en la novela. Las víctimas no son solo números o estadísticas, son individuos con sueños, con historias que se han interrumpido de manera violenta, pero que siguen luchando por reconstruir su vida.
- La reconstrucción de las vidas de las mujeres en Jinwar es un punto clave de la historia. ¿Qué te llevó a incorporar este lugar como escenario? ¿Qué simboliza para ti esta comunidad dentro del contexto de la novela?
Incorporar Jinwar como escenario en la novela fue una decisión muy significativa, tanto en términos narrativos como simbólicos. Jinwar, un pueblo autónomo de mujeres en el norte de Siria, ha sido un ejemplo real de resistencia y reconstrucción, no solo a nivel físico, sino también emocional, social y cultural. Este tipo de comunidades, que buscan redefinir las estructuras tradicionales y patriarcales, son potentes representaciones de lo que significa crear un espacio donde las mujeres no solo sobrevivan, sino que prosperen en condiciones de libertad, dignidad y apoyo mutuo.
Lo que me llevó a elegir Jinwar como escenario tiene que ver con mi interés por las historias de resiliencia femenina, especialmente en contextos de conflicto, donde las mujeres a menudo se ven atrapadas entre la violencia estructural y la invisibilización de sus vivencias. En muchas narrativas de guerra, las mujeres son presentadas solo como víctimas, pero hay muy pocos relatos que exploren sus procesos de sanación y de resistencia desde una perspectiva activa, como agentes de cambio en sus comunidades.
Jinwar, aunque es una comunidad real, representa mucho más que un lugar físico. En la novela, simboliza la posibilidad de reconstrucción. En este contexto, la comunidad de mujeres es un refugio y un lugar de reencuentro con lo esencial: la libertad, la sororidad, la autonomía y la construcción de un futuro diferente. Para las mujeres que llegan a Jinwar, este lugar es un espacio donde pueden reescribir sus historias, liberarse de las opresiones que las han marcado y construir un nuevo sentido de pertenencia.
Lo que simboliza es, sobre todo, una metáfora de la resistencia frente a la violencia. No se trata solo de un lugar donde las mujeres encuentran refugio físico, sino también un espacio donde cuestionan, desafían y redefinen las normas impuestas sobre ellas. Esta comunidad es un acto de afirmación y una respuesta poderosa al despojo que muchas mujeres han sufrido, tanto en contextos de guerra como en sociedades profundamente patriarcales.
Las mujeres no solo se reconstruyen a sí mismas, sino que crean un espacio en el que pueden transformar sus vidas y las de sus hijas, abriendo un camino para las generaciones futuras.
- Al abordar temas como el genocidio, la impunidad y las guerras, ¿cómo manejaste la carga emocional que conlleva? ¿Hubo algún testimonio o hecho real que marcara especialmente la escritura de esta obra?
El manejo de la carga emocional al abordar temas tan complejos y dolorosos como el genocidio, la impunidad y las guerras fue, sin duda, uno de los desafíos más grandes durante la escritura de la novela. Estos temas son profundamente humanos, y cuando se les toca, no solo se reviven los sufrimientos de los involucrados, sino que también se enfrentan las tensiones morales y éticas que los acompañan. Para tratar estos temas con el respeto y la profundidad que merecen, era esencial mantener una mirada sensible pero crítica sobre la realidad, sin caer en la exaltación de la tragedia ni en la simplificación de los hechos.
La carga emocional es inevitable cuando se trabaja con historias de violencia extrema, y especialmente cuando se abordan genocidios o conflictos armados, donde el sufrimiento es masivo, sistemático y, en muchos casos, silenciado. Para manejarla, traté de humanizar las voces de las víctimas, centrándome no solo en el dolor, sino también en la resistencia, la resiliencia y las formas en que las personas logran reconstruir sus vidas, sus identidades y sus comunidades, incluso después de haber sido sometidas a horrores indescriptibles.
Una de las formas en las que traté de manejar la carga emocional fue a través de la diversidad de voces en la novela. Al presentar diferentes perspectivas, tanto de las víctimas como de los voluntarios o activistas involucrados, intenté equilibrar las emociones intensas con una narrativa que también abriera caminos hacia la esperanza, la solidaridad y la reconstrucción. Este enfoque permitió que el dolor no fuera el único foco de la historia, sino que estuviera contextualizado dentro de un proceso continuo de curación y cambio.
Hubo varios testimonios y hechos históricos que influenciaron de manera directa la escritura de la novela, especialmente aquellos relacionados con el genocidio y la violencia sistemática en diversos contextos. Aunque no me baso en un único evento específico, la memoria de varios hechos marcó profundamente la narrativa.
- Aramís pasa por un viaje de autodescubrimiento a través de sus vivencias personales y su misión profesional. ¿Cómo te aseguraste de equilibrar su desarrollo interno con los grandes temas sociales que aborda la novela?
El equilibrio entre el desarrollo interno de Aramís y los grandes temas sociales que aborda la novela fue uno de los aspectos más delicados y enriquecedores en la escritura. El desafío radicaba en hacer que su viaje personal de autodescubrimiento no solo fuera un proceso íntimo y profundo, sino que también estuviera fuertemente conectado con los temas sociales más amplios que la novela explora, como el genocidio, la impunidad, la violencia en los conflictos armados y la reconstrucción de las vidas de las víctimas. Esto requería que Aramís no fuera solo una observadora pasiva de los eventos que la rodean, sino una protagonista activa cuyo crecimiento estuviera estrechamente vinculado con los problemas sociales y políticos que enfrenta.
Las relaciones de Aramís, tanto con su abuela Lucía como con las víctimas del conflicto, sus compañeros de trabajo y otros personajes clave, son cruciales para que el desarrollo de su personaje se entrelace con los grandes temas sociales. La evolución de Aramís no es solo interna, sino también práctica. A medida que avanza la novela, ella se enfrenta a situaciones cada vez más complicadas, como la interacción con comunidades que viven bajo las secuelas de la guerra y su participación en iniciativas de reparación o justicia. Sus decisiones, desde el voluntariado hasta la manera en que se relaciona con las víctimas y sus propias emociones, reflejan un cambio progresivo en su manera de ver el mundo.
- En la novela, Aramís recoge historias veraces de quienes han vivido tragedias. Como autora, ¿qué importancia le das al papel de la literatura en visibilizar y dar voz a los que no suelen ser escuchados?
El papel de la literatura como herramienta de visibilización y de amplificación de las voces no escuchadas es, en mi opinión, fundamental. Como autora, creo que la literatura tiene una capacidad única para dar vida a las experiencias de personas que, en muchos casos, son silenciadas o marginalizadas en los discursos oficiales. A través de la narrativa, podemos no solo contar historias, sino también transformarlas en testimonios poderosos que permiten que las voces de las víctimas, de los oprimidos o de aquellos en situaciones de vulnerabilidad sean escuchadas de una manera más directa, más humana y más profunda.
En la novela, esta intención de dar voz a los no escuchados es clave. El hecho de que Aramís se embarque en la tarea de recoger testimonios de personas que han vivido tragedias no es solo una manera de acercarse a esas historias, sino también un acto de reivindicación de su humanidad. Cuando una persona o un grupo está marcado por el sufrimiento, especialmente en contextos de genocidio, violencia estructural o desplazamiento, su historia puede ser fácilmente invisibilizada, reducida a estadísticas o manipulada por narrativas oficiales. La literatura, entonces, se convierte en un espacio para recuperar esa memoria.
- En la obra se menciona que, pese a los desafíos, el «fuego del espíritu» de Aramís nunca dejó de arder. ¿Cómo crees que los valores transmitidos por figuras como Lucía nos ayudan a encontrar nuestra fuerza en momentos de adversidad?
La imagen del «fuego del espíritu» de Aramís, que nunca dejó de arder a pesar de los desafíos, es una metáfora profundamente rica sobre la resiliencia interna y la fuerza emocional que todos poseemos, aunque a veces sea difícil de encontrar en medio de la adversidad. Representa la energía vital, una pasión y una determinaciónque nos empujan a seguir adelante, incluso cuando las circunstancias parecen insuperables. En la novela, ese fuego está vinculado a los valores que Aramís recibe de figuras fundamentales como su abuela Lucía, quien desempeña un papel crucial en la formación de su identidad y en su capacidad para sobrellevar las dificultades de la vida.
Los valores transmitidos nos enseñan que, incluso en los momentos de mayor oscuridad, podemos encontrar nuestra fuerza interior. Son esos principios de memoria, resistencia, solidaridad, dignidad y justicia los que permiten que, en medio de las adversidades más grandes, nuestro fuego del espíritu siga ardiendo. Lucía, al ser un ejemplo vivo de esas enseñanzas, actúa como un faro para Aramís, pero también lo hace para el lector, al recordarnos que la fuerza interior, alimentada por los valores que elegimos abrazar, es capaz de superar incluso las circunstancias más duras.
- «Aprendiendo a sobrevivir» es un título que denota lucha y crecimiento. ¿Por qué elegiste este nombre y qué significa para ti en relación con los temas que tratas en la novela?
El título «Aprendiendo a sobrevivir» refleja de manera profunda uno de los ejes centrales de la novela: la lucha constante no solo por la supervivencia física, sino también por la salud emocional, espiritual y psicológica en un contexto marcado por la violencia, la injusticia y el dolor. Elegí este título porque encapsula el proceso de resiliencia y crecimiento que atraviesan los personajes, especialmente Aramís, y que, a su vez, se convierte en un reflejo de los grandes temas humanos que exploro: la adversidad, el dolor, la pérdida y la capacidad de transformar el sufrimiento en algo más, en una oportunidad para reconstruirse y encontrar un nuevo propósito en la vida.
«Aprendiendo» como proceso constante.
La palabra «aprendiendo» es clave. Sobrevivir no es un estado fijo, ni algo que se logre una sola vez; es un proceso continuo, un camino de adaptación y crecimiento. A lo largo de la novela, Aramís enfrenta una serie de desafíos internos y externos que la obligan a cuestionar, reajustar y reconfigurar sus creencias sobre la vida, el amor, la justicia y la propia identidad. A través de sus vivencias, ella aprende no solo a sobrevivir las tragedias del pasado, sino también a vivir de una manera diferente, más consciente y auténtica. Este aprendizaje está marcado por la necesidad de aceptar las contradicciones de la vida, de encontrar fuerzas inesperadas en los momentos de debilidad y de redescubrir su propósito incluso cuando todo parece haberse desmoronado.
Lucha y crecimiento en el marco de la violencia y el sufrimiento
El título también alude al crecimiento personal a través del sufrimiento, un tema central de la novela. Aramís se enfrenta no solo a las consecuencias de las guerras y los conflictos armados, sino también a su propio proceso de duelo, a las heridas emocionales que arrastra de su pasado. La novela no trata de un camino fácil o directo hacia la sanación, sino de una lucha diaria por encontrar el sentido en medio de la tragedia. Este proceso de aprendizaje es doloroso y lleno de contradicciones, pero también profundamente transformador.
La capacidad de las personas para reinventarse
Otro significado importante detrás de este título es la capacidad de reinventarse y de crear nuevas formas de existencia incluso después de haber sido devastados por la tragedia. En la novela, muchos de los personajes atraviesan procesos de transformación profunda. La guerra, el genocidio y la violencia les arrebatan muchas cosas, pero la capacidad de aprender a sobrevivir les permite también recrearse a sí mismos en nuevas formas, ya sea a través de la solidaridad, el perdón o el compromiso con la justicia. Es un proceso de reinvención que no niega el dolor, pero que lo incorpora como una parte esencial de quienes son, sin permitir que los defina de manera definitiva.
«Sobrevivir» como una lucha colectiva
El título también alude a la idea de que la supervivencia no es solo un proceso individual. A lo largo de la novela, se subraya la importancia de la comunidad, de los vínculos humanos y de la solidaridad.
Sobrevivir implica también un trabajo colectivo para sanar y reconstruir, no solo a nivel personal, sino también social. El título, por tanto, refleja una experiencia compartida de lucha por la vida y la dignidad humana.
Se convierte en un homenaje a esa resiliencia humana, a esa lucha constante por encontrar sentido en medio del caos, y a la capacidad de crecer y reinventarse incluso en los momentos más oscuros.
- Tu novela aborda temas de gran actualidad, como los conflictos armados y el rol de las mujeres en la resistencia. ¿Qué esperas que los lectores reflexionen o sientan al cerrar el libro?
Al cerrar el libro, espero que los lectores reflexionen sobre la capacidad humana para resistir, transformar y encontrar esperanza incluso en las situaciones más adversas. Los conflictos armados no solo destruyen vidas, sino que también exponen la fortaleza y resiliencia de quienes los enfrentan, especialmente las mujeres, cuyo papel en estas circunstancias a menudo se pasa por alto.
Me gustaría que los lectores sientan empatía y conexión con los personajes, entendiendo que detrás de cada lucha hay una historia personal de amor, pérdida y resistencia. También que descubran cómo las acciones individuales, aunque pequeñas, pueden influir en una causa mayor.