Tu trayectoria como autor es peculiar: comenzaste escribiendo ensayos sobre Psicología antes de lanzarte a la novela. ¿Qué te impulsó a dar ese salto hacia la narrativa y cómo te ha influido tu formación académica en este cambio?

El problema es que, aunque el ensayo es menos exigente que, por ejemplo, el artículo científico, me aburría. En ese género narrativo (que sigo practicando pero «de a poquitos» como dicen en Argentina) hay que argumentar. Y mucho. No se puede decir, de nuevo como ejemplo, «Dios no existe» y ya está. Hay que argumentar, citar a otros que saben más que tú y etcétera.

En la novela no. Si escribo: «Dios no existe» me quedo tan ancho y punto. Habrá quien se enfade o moleste con mi afirmación (cosa que no me gusta, pero…). Pero yo ya lo he escrito y, excepto evidentes y crecientes casos de censura en nuestro entorno, no pasa nada.

Procuro que mi formación académica influya lo menos posible. Si mi intención fuera esa, volvería a los ensayos o a los artículos.

Hay millones de escritores que sin ser psicólogos hacen unas traslaciones maravillosísimas a nuestras mentes de ideas o reflexiones sobre la forma de ser de sus personajes o lo que coño sea la Psicología (que no lo sabe nadie). No los cito porque en el disco duro de mi ordenador no hay suficiente espacio.

En El rompecabezas blanco, abordas temas complejos como el amor, el conflicto social y la migración. ¿Qué te llevó a situar tu historia en un contexto tan intenso como una guerra civil en España en 2022?

Porque creo que esos -y otros- son elementos que están basando el que esa guerra civil empiece cualquier día de estos. En verdad, resumiendo mucho, es el conflicto social el que sustenta esa posibilidad. 

Por ejemplo por las calles se asesina a personas que se aman siendo del mismo sexo cuando, sin embargo, eso es totalmente justo y legal. ¿Hace falta hablar de las terribles injusticias relacionadas con la migración? ¿Y del terrorismo machista y patriarcal? Evidentemente todo esto son fuentes de conflictos sociales.

¿Y qué decir de los jueces o juezas reaccionarios y machistas como esta tipejatogada y con puñetas: «Una jueza deja en libertad a un maltratador con riesgo extremo de violencia letal para su exmujer y su hijo de 4 años» (Levante, el mercantil valenciano, 25 de abril de dos mil veinticuatro, https://www.levante-emv.com/violencia-de-genero/2024/04/25/jueza-deja-libertad-maltratador-riesgo-extremo-matar-mujer-hijo-101512343.html). 

¿Hablamos de los lobbys, de la irresponsabilidad manifiesta de los mandatarios autonómicos durante la reciente Dana en el País Valencià (donde resido), de la facilidad con que los millonarios evaden impuestos en nuestro país?

Pues va y estas realidades (y muchas otras) alimentan descontentos, iras, odios y otros elementos que van engrosando una mierda que crece día a día y no tardará en reventar. Realidades que nunca son absolutas, como comento más abajo; pero que ocurrir, ocurren.

Los personajes de tu novela, como Joel y las hermanas Bohdana y Anichka, tienen trasfondos y relaciones muy particulares. ¿Cómo surgieron estas figuras y cuánto hay de realidad o inspiración personal en ellas?

Las chicas surgen como todos los personajes, paisajes, situaciones,… de todas mis novelas: de una mezcla de esa llamada «realidad» y de lo que me cuentanlos Duendes de la Literatura que me acompañan y hablan conmigo unas pocas horas cada día.

No hay técnica ni método. No sé lo que es la inspiración. Hay personas vivas que mi ordenador lleva al papel después de pasar el filtro de los citados duendes y de mi propia mentalidad.

La realidad no existe ni siquiera como inspiración personal. Al menos la realidad absoluta. Vivimos en mundos de significados (de acuerdo con el psicólogo norteamericano Jerome Bruner (Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva, 1990), lo cual nos lleva a suponer que cada cual otorgamos significados diferentes a realidades que son aparentemente iguales en función de -sobre todo- la cultura en que nos criamos. Esto (y más) nos lleva a pensar que la llamada «realidad» es relativa, al menos en gran parte. Y, huyendo de verdades absolutas y generalizaciones absolutas, podemos usar ese relativismo en nuestras historias. Digo «podemos». No hay obligación. Aunque si queremos ser objetivos (que no es mi caso) lo vamos a tener más que complicado.

El rompecabezas blanco parece tener un peso simbólico en la trama. ¿Qué representa este objeto dentro de la historia y por qué decidiste incluirlo como hilo conductor?

Precisamente por lo que acabo de comentar: puede significar cualquier cosa. Y me gusta mucho porque así claramente cada cual puede darle el significado que quiera, incluso Bohdana al final de la novela cuando está a punto de… ¡Ey! Me callo, que si no todo se sabe. ¡Bocas, que soy un bocas!

La cosa es que leí algo sobre un rompecabezas blanco en el verano de 2020 en La vida instrucciones de uso, 1978, de Georges Perec, uno de mis autores favoritos, y algo se revolvió a lo bestia en mi mente humana y me obligó a irme a mi ordenador y empezar a escribir. Luego ya iba apareciendo por aquí (sobre todo) y por allá (menos) y, efectivamente, se convirtió un poco en el hilo conductor sin darme cuenta ni tener la menor intención. Eso son cosas que pasan cuando uno escribe al mismo tiempo que lee a genios como Perec…

Obra de Josep Seguí.

La novela explora dilemas morales y políticos en un contexto muy actual. ¿Crees que la literatura debe servir también como un reflejo crítico de nuestra sociedad, o prefieres pensar en ella como un espacio más libre para la imaginación?

Ambas cosas y más.

En principio creo que la literatura no debería explorar asuntos que ya lo hacen el ensayo o, a su modo, el panfleto (bueno, ambos son Literatura; hablo más bien de la novela). Pero al final casi siempre cae algo. Si no todos escribiríamos novelas para niños como Dan Brown (por cierto, leída una, leídas todas). Pero: ¿todos seríamos millonarios como él? Mmmmmmm, tengo que pensarlo con tranquilidad.

Una parte significativa de la narración se centra en el amor entre Joel y Bohdana, una relación que podría resultar controvertida para algunos lectores. ¿Cómo abordaste este tema para encontrar un equilibrio entre la sensibilidad y la autenticidad?

Pues precisamente a través del amor. Mucha gente que me conoce no se explicará que yo hable de amor. Efectivamente, no lo suelo hacer si no es con la persona amada. Pero en este caso es que resulta que la sustancia de la historia está ahí, justamente en el amor. Así, me he encontrado en más de una ocasión que me han preguntado que digo sin querer: «es una novela de amor», cuando en verdad es Transrealista y punto (te adjunto un borrador del «Manifiesto transrealista» ya que este concepto es uy poco conocido).

Y claro, el amor lo justifica todo, lo equilibra todo, incluso el amor de Joel también hacia Sophie, Cristina o Yolanda además de Bohdana (es que el corazón de Joel es muy grande…) que no deja de estar presente desde el principio pero de otra manera. Y es que hay tantas formas de amar…

Escribir sobre una España en guerra civil y sobre temas tan duros como la explotación y la migración debió de ser un reto emocional. ¿Cómo gestionaste estos aspectos durante el proceso creativo?

Pues sí, sí, fue un reto emocional (y creativo) total. Pero creo que lo superé dejándome llevar por la propia emoción.

Y también por la propia historia, por los duendes, por las palabras hechas narración, cuento, historia, verdad, imaginación,… Son las palabras las que dan un sentido y una credibilidad a todo; también al rompecabezas.

Sin las palabras no estaríamos aquí, no habríamos nacido, no existiríamos. ¡Vivan las palabras! Cuantas más, mejor.

Cuatro novelas en pocos años muestran una etapa creativa intensa. ¿Qué has aprendido de tu evolución como escritor desde La esencia de las cosas hasta El rompecabezas blanco, y qué crees que caracteriza tu estilo hoy en día?

Pues me vas a perdonar, pero creo (después de pensarlo un buen rato) que no sabría decírtelo. Incluso estoy tentado de decirte: «Nada».

Pero no.

Lo que caracteriza mi estilo es, esta vez sí, y que nadie se moleste: «Nada». No me gusta tener un estilo (eso, en todo caso, lo dirán otros y otras si quieren).

Durante estos años he aprendido cantidad, tanto como durante los anteriores. ¿Cómo? Muy fácil: leyendo mucho. Pero no solo a mis autores favoritos (que son infinitos), sino también los que no me gustan (que también son infinitos). De esta última manera aprendo lo que no quiero hacer. Por supuesto que puedo estar equivocado; pero a mí, a mi mentalidad (que soy yo, si eso) y a mi teclado ya les va bien.

¡Ah! Y otra cosa: no apuntándome a ningún curso de «escritura creativa» o similar, con todos mis respetos.

Lo que sí que hago es estar suscrito a muchos blogs literarios y cosas así y hacer exactamente lo contrario de lo que aconsejan. Ese es también un buen aprendizaje.

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