- Miryam, tu trayectoria como experta forense es impresionante, pero ¿qué te motivó a dar el salto al mundo literario y escribir un libro como Vacaciones al Infierno?
Mi incursión en la escritura no fue una decisión planificada, sino una consecuencia natural de mi trabajo como forense. Siempre he estado enfocada en los hechos, en la evidencia, en la búsqueda de respuestas basadas en pruebas y no en relatos construidos por los medios o la opinión pública. Pero con el tiempo me di cuenta de que hay casos en los que la verdad no desaparece porque falten pruebas, sino porque nadie quiere hacer las preguntas correctas.
El caso de Madeleine McCann es el ejemplo perfecto de esto. Desde el principio, la versión oficial se impuso de manera incuestionable, sin que se permitiera explorar otras hipótesis con la profundidad que requerían. Y cuando un caso se maneja más como un espectáculo mediático que como una investigación criminal, es cuando hay que detenerse y analizar qué es lo que realmente está pasando.
Escribir Vacaciones al Infierno no fue solo un ejercicio literario, fue una necesidad. Una necesidad de exponer los hechos sin censura, de presentar la historia sin adornos ni filtros, de reconstruir lo que realmente ocurrió basándome en las pruebas y no en la narrativa impuesta. No me mueve el morbo ni la especulación, me mueve la justicia y la búsqueda de la verdad. Y cuando investigué este caso en profundidad, entendí que había demasiadas piezas que se habían ignorado deliberadamente.
Por eso di el salto al mundo literario, porque un informe forense puede quedarse en un archivo, pero un libro llega a las personas, las obliga a pensar, a cuestionar y a ver lo que no han querido que vean. Este libro no es una historia más sobre Madeleine McCann. Es la historia que no nos han contado.
- Tu obra se adentra en un caso mediático y muy polémico como el de Madeleine McCann. ¿Qué sentiste al investigar y plasmar estas verdades incómodas en un libro?
Investigar este caso y plasmarlo en un libro ha sido una de las experiencias más intensas de mi carrera. No se trata solo de recopilar datos o analizar pruebas, sino de adentrarse en un laberinto de contradicciones, desinformación y silencios intencionados. Sabía que iba a encontrarme con verdades incómodas, pero lo que realmente me impactó fue la magnitud de lo que se ha ocultado.
A medida que profundizaba en los informes, declaraciones y pruebas forenses, la sensación de frustración fue creciendo. Había evidencias que en cualquier otra investigación hubieran sido clave, pero aquí fueron ignoradas, minimizadas o descartadas sin justificación. Declaraciones que cambiaban, testimonios que no coincidían, registros telefónicos eliminados, pruebas forenses que señalaban en una dirección completamente diferente a la versión oficial. Y, sin embargo, todo se manejó como si la única posibilidad fuera el secuestro.
Sentí indignación al ver cómo la maquinaria mediática moldeó la percepción pública, cómo se protegió a ciertos involucrados y cómo se ridiculizó cualquier intento de cuestionar la historia impuesta. La verdad no debería ser incómoda, debería ser la prioridad en cualquier investigación. Pero aquí la verdad ha sido silenciada, manipulada y enterrada bajo años de titulares cuidadosamente dirigidos.
Plasmar todo esto en un libro fue un reto, porque no es un tema ligero ni cómodo. Sabía que iba a generar debate, que iba a incomodar, que iba a remover conciencias. Pero también sabía que si no lo hacía, este caso seguiría siendo un misterio fabricado en lugar de lo que realmente es: un rompecabezas que nunca se ha querido resolver por completo.
Este libro no busca teorizar ni alimentar el morbo. Busca exponer lo que nadie ha querido contar. Y cuando ves todas las piezas juntas, es imposible no darse cuenta de que la historia oficial tiene demasiados agujeros.
- El subtítulo de tu libro promete «la historia no contada». ¿Qué elementos clave crees que se pasaron por alto en la narrativa mediática que quisiste destacar?
Cuando digo que este libro cuenta la historia no contada, no es una frase de marketing, sino una realidad. Hay elementos clave en este caso que han sido ocultados, minimizados o simplemente ignorados en la narrativa mediática. Desde el primer momento, la prensa impuso una versión única: un secuestro cometido por un desconocido. Pero cuando analizas las pruebas con rigor forense, te das cuenta de que esa teoría no solo es débil, sino que ignora aspectos fundamentales de la investigación.
Uno de los puntos más alarmantes es las contradicciones en las declaraciones de los padres y su grupo de amigos, los «Tapas 9». Cuando comparas lo que dijeron en los primeros días con lo que fueron modificando con el tiempo, las inconsistencias son evidentes. Los horarios no cuadran, los testimonios se ajustan a conveniencia y las versiones cambian conforme avanza la investigación. En cualquier otro caso, esto habría sido motivo suficiente para abrir nuevas líneas de indagación, pero aquí se desestimó sin más.
Otro aspecto que se pasó por alto fue la evidencia forense. Perros detectores de cadáveres marcaron puntos específicos en el apartamento 5A y en un coche alquilado semanas después de la desaparición. Los informes periciales no fueron concluyentes, pero en cualquier otra investigación estos hallazgos habrían justificado un análisis mucho más profundo. En este caso, fueron descartados de inmediato.
También está el tema de las llamadas telefónicas eliminadas y las comunicaciones sospechosas la noche de la desaparición. En cualquier otra investigación, los registros de llamadas y mensajes serían fundamentales. Aquí, varias llamadas desaparecieron sin explicación, y algunas de las conexiones entre ciertos personajes clave simplemente no se investigaron como se debía.
Pero lo más inquietante de todo es cómo se manejó la narrativa pública. La maquinaria mediática trabajó con una precisión quirúrgica para proteger la versión del secuestro y para silenciar cualquier otra posibilidad. Cualquiera que se atreviera a cuestionarlo era ridiculizado o acusado de difundir teorías conspirativas. Pero los hechos no son teorías, y cuando los examinas con lupa, la historia oficial se desmorona.
Vacaciones al Infierno no es un libro más sobre este caso. Es la reconstrucción de los hechos con base en la evidencia, sin el filtro de los medios ni la influencia política. Y cuando juntas todas las piezas, la pregunta no es si nos han contado toda la verdad, sino por qué han hecho tanto esfuerzo en ocultarla.
- Como investigadora forense, trabajas con evidencias, pero en muchos casos públicos, las emociones y las narrativas suelen dominar. ¿Qué retos enfrentaste para mantener un enfoque objetivo y profesional en este libro?
Mantener un enfoque objetivo en este libro fue, sin duda, uno de los mayores retos. Cuando un caso como el de Madeleine McCann está envuelto en una narrativa emocional tan potente, la tendencia natural de la gente es creer lo que se ha repetido durante años sin cuestionarlo. Mi trabajo como forense siempre ha estado basado en la evidencia, en los hechos fríos, en los datos verificables. Pero en este caso, lo difícil no fue solo analizar la información disponible, sino separarla del ruido mediático y de la manipulación que ha rodeado el caso desde el primer momento.
Desde el principio, se impuso un relato incuestionable: una niña secuestrada mientras sus padres cenaban. Esa historia se convirtió en la única aceptable y cualquier intento de explorar otras hipótesis fue atacado y ridiculizado. Pero la ciencia forense no funciona con lo que queremos creer, sino con lo que la evidencia demuestra.
Para escribir este libro, tuve que filtrar cada prueba, cada testimonio y cada informe con el mismo rigor que aplicaría en un caso real. Las contradicciones en las declaraciones de los testigos más cercanos, las pruebas forenses ignoradas, las comunicaciones sospechosas, la intervención política en la investigación… Todo tenía que ser analizado sin dejarme influenciar por la carga emocional del caso ni por la presión de lo que “se supone” que debemos creer.
Otro reto fue lidiar con la resistencia natural que genera exponer ciertas verdades incómodas. En este caso, la opinión pública ha sido moldeada de manera tan efectiva que muchos rechazan cualquier información que contradiga la versión oficial, sin siquiera examinar las pruebas. Pero mi trabajo no es complacer a nadie, sino exponer los hechos. Y los hechos, cuando se analizan con frialdad, cuentan una historia muy diferente a la que nos han hecho creer.
Este libro no busca provocar, no busca generar polémica gratuita. Lo que busca es recuperar la investigación forense en un caso que ha sido controlado por las emociones y por intereses externos. Al final, mi único compromiso es con la verdad. Y la verdad, en este caso, ha sido ignorada durante demasiado tiempo.

- A lo largo de tu carrera has trabajado en casos de figuras icónicas. ¿Cómo se compara la experiencia de investigar un caso mediático como el de Madeleine McCann con estos otros casos rodeados de misterio y conspiración?
Investigar el caso de Madeleine McCann ha sido una experiencia completamente diferente a la de otros casos de alto perfil en los que he trabajado. He visto muchas veces cómo la prensa y la opinión pública pueden influir en una investigación, pero lo que ocurrió aquí supera con creces cualquier otro caso mediático.
Normalmente, cuando se investiga un crimen con un gran impacto social, hay cierto margen para el análisis objetivo. Se pueden evaluar pruebas, considerar diferentes hipótesis y seguir las evidencias hasta donde lleven. En este caso, todo estaba diseñado para que solo se pudiera mirar en una dirección: el secuestro. No importaban las contradicciones en los testimonios, las pruebas que apuntaban en otra dirección o las inconsistencias en la versión oficial. Cualquier intento de cuestionar la narrativa establecida era atacado y desacreditado de inmediato.
He trabajado en casos con presiones políticas y mediáticas, pero aquí la maquinaria fue brutal. Los McCann tenían contactos en las más altas esferas, desde gobiernos hasta medios de comunicación, y eso influyó en cada aspecto de la investigación. Vi cómo la policía portuguesa fue ridiculizada por hacer preguntas incómodas, cómo la prensa británica construyó una historia incuestionable y cómo cualquier otra posibilidad fue eliminada antes siquiera de ser analizada. Nunca había visto un nivel de control tan absoluto sobre el relato de un caso criminal.
La diferencia fundamental entre este y otros casos es que aquí no se trataba solo de buscar la verdad, sino de luchar contra una narrativa impuesta. En muchos crímenes mediáticos hay especulación y morbo, pero en este caso hubo un esfuerzo consciente por evitar que ciertas pruebas fueran tomadas en serio.
Esa es la razón por la que este libro es tan importante. No se trata solo de la desaparición de una niña, sino de cómo se ha manipulado la información para que nunca se cuestione la versión oficial. He trabajado en casos complejos, pero ninguno ha sido tan frustrante como este, porque aquí no es que falten respuestas, es que han hecho todo lo posible para que nadie las busque en el lugar correcto.
- El proceso creativo para escribir un libro tan meticuloso debe ser diferente al de tus informes forenses. ¿Cómo fue trasladar tu experiencia técnica a un formato literario que conectara con el público general?
Trasladar mi experiencia forense a un libro como Vacaciones al Infierno fue un desafío porque, a diferencia de un informe técnico, aquí no solo tenía que analizar pruebas y hechos, sino también construir una narrativa que permitiera al lector conectar con la realidad del caso sin perder el rigor científico.
Un informe forense es directo, frío y objetivo. No busca convencer ni emocionar, solo exponer datos. Pero en un caso como este, donde la versión oficial ha sido moldeada por la prensa y las emociones, era fundamental presentar los hechos de una manera que permitiera al lector cuestionar lo que creía saber y mirar más allá de la historia impuesta.
El mayor reto fue encontrar el equilibrio entre precisión técnica y claridad narrativa. No quería caer en un lenguaje excesivamente técnico que alejara al público, pero tampoco en la simplificación de los hechos. El objetivo era exponer las pruebas tal como se haría en una investigación real, pero con la estructura y el ritmo de un relato que mantuviera el interés del lector sin perder la profundidad del análisis.
Además, a diferencia de un informe pericial, en este libro tuve que dar contexto a las pruebas, explicar por qué ciertos detalles son importantes, qué implicaciones tienen y cómo se comparan con otros casos. No basta con decir que hay inconsistencias en las declaraciones, hay que demostrar por qué son significativas y qué pueden indicar en el marco de una investigación criminal.
Este libro no es solo una recopilación de hechos, sino una reconstrucción del caso basada en la evidencia forense, eliminando el ruido mediático y las versiones manipuladas. Quería que el lector se sintiera parte de la investigación, que analizara los datos junto a mí y que, al final, llegara a sus propias conclusiones. Porque cuando se examinan los hechos sin filtros, la historia que surge es muy distinta a la que nos han contado.
- ¿Qué opinas de la percepción que tiene el público sobre la ciencia forense, especialmente tras la influencia de series y documentales? ¿Crees que distorsionan la realidad de tu trabajo o ayudan a entenderlo mejor?
En la ficción, todo se resuelve en cuestión de horas con pruebas irrefutables, tecnología de última generación y una precisión casi mágica. La realidad es muy diferente.
La ciencia forense no es infalible ni inmediata. Es un proceso meticuloso, lleno de variables, donde las pruebas pueden ser ambiguas, los resultados no siempre son concluyentes y donde lo más importante no es la rapidez, sino la correcta interpretación de la evidencia. En el caso de Madeleine McCann, muchas pruebas fueron minimizadas porque no ofrecían una certeza absoluta, cuando en cualquier otra investigación se habrían considerado indicios clave para seguir nuevas líneas de trabajo.
Otro problema de la influencia de la ficción es que ha hecho que el público crea que si no hay ADN o una grabación en alta definición del crimen, no hay evidencia suficiente. Pero la criminología y criminalística, que es lo mío, no funciona así. Las pruebas circunstanciales, los testimonios contradictorios, los patrones de comportamiento y los indicios forenses juegan un papel crucial. En este caso, la detección de los perros especializados, los cambios en las declaraciones y la alteración de ciertos registros deberían haber sido investigados con mucho más rigor.
En cierto sentido, la cultura popular ha generado una falsa confianza en la justicia forense, pero al mismo tiempo, ha hecho que muchas personas descarten pruebas válidas solo porque no se parecen a lo que ven en televisión. Mi objetivo con este libro es también mostrar cómo funciona realmente la investigación criminal, más allá del espectáculo mediático y las expectativas irreales.
Si algo deja claro este caso es que las pruebas no desaparecen porque alguien diga que no son válidas. La verdad sigue ahí, esperando ser analizada con la objetividad y el método que nunca se le quiso aplicar.
- Por último, Vacaciones al Infierno aborda un tema difícil y emocional. ¿Qué mensaje te gustaría que los lectores se llevaran después de leer tu libro?
Si hay algo que quiero que los lectores se lleven después de leer Vacaciones al Infierno, es la capacidad de cuestionar. Este libro no es un intento de convencer a nadie de una teoría, sino una exposición de hechos que han sido ignorados, descartados o manipulados. No se trata de creerme a mí, sino de analizar las pruebas con una mirada crítica y sin miedo a las respuestas incómodas.
El caso de Madeleine McCann no es un misterio sin resolver, como nos han hecho creer. Es un caso donde las piezas del puzle han estado siempre ahí, pero se ha hecho un esfuerzo enorme para que no se encajen correctamente. Mi objetivo con este libro es que el lector vea esas piezas, las analice y llegue a su propia conclusión basándose en los hechos, no en lo que los medios han repetido durante años.
También quiero que este libro sirva como un recordatorio de que la verdad y la justicia no siempre van de la mano cuando hay intereses más grandes en juego. Cuando la narrativa de un caso es controlada con tanto poder, cuando ciertas preguntas están prohibidas y cuando cualquier intento de mirar en otra dirección es atacado, es porque hay algo que no quieren que veamos. Lo que más deseo es que, después de leer este libro, el lector se haga una sola pregunta: ¿Por qué nos han contado esta historia de una sola manera? Y cuando se plantean preguntas como esa, el camino hacia la verdad se vuelve inevitable. Porque la verdad no desaparece, solo espera a que alguien tenga el valor de verla.