El título El circo de las lamentaciones es muy evocador. ¿Qué simboliza ese “circo” dentro de la historia y por qué lo eligió como imagen central?
Es un dato que no puedo desvelar, el propio lector llegará a la conclusión de por qué escogí este título para mi historia, siento no poder avanzar más, pero espero que el resto de la entrevista os arroje luz, color, magia y misticismo, aspectos que definen mi novela.
Jayah sueña con paisajes de gran belleza y color. ¿Se inspira en lugares reales, en recuerdos personales o son escenarios completamente imaginados?
Para recrear esos mundos oníricos me inspiré tanto en lugares reales como escenarios totalmente imaginados.
Así podremos encontrar el bosque de bambú de Arashiyama en Kioto, Japón, donde el aura mece los troncos provocando un murmullo inenarrable por el crujir de la madera y las hojas, e ilimitadas tonalidades de verdor se despliegan desde el suelo hasta el cielo.
O bien paisajes inauditos como el de un cielo que parece estar celebrando un evento, un gran espectáculo de luces naturales, con forma de serpientes y dragones de colores rojizos, purpúreos, bardoris (verdes) brillantes y ambarinos, y donde el suelo es cálido y azul brillante.
Elementos metafóricos plagan igualmente los paisajes oníricos y forman parte esencial de El circo de las lamentaciones, como bancotiyas plasnís (en caló) o ballenas blancas que representan y simbolizan una gran preocupación.
La bilogía combina trama familiar, elementos místicos y un trasfondo histórico. ¿Cuál de estos tres pilares le resultó más desafiante de desarrollar?
Sin duda alguna me resultó más desafiante desarrollar el trasfondo histórico.
Para dar veracidad a la trama tuve que investigar detenidamente y documentarme durante un extenso periodo de tiempo.
Aprendí cómo era Buenos Aires a principios del siglo XX, su cultura, arquitectura, sus gentes, tradiciones o grandes eventos como las carreras de caballos en el hipódromo de Palermo que organizaba el Jockey Club, un evento social donde las damas y caballeros de la aristocracia porteña o del patriciado bonaerense usaban para lucir la nueva moda. Me llegó a recordar a las carreras de Ascot en la campiña británica.
Como novela histórica relato una de las carreras verídicas de 1921, el gran Premio Internacional Carlos Pelegrini.
La cartomancia y asir las manos para ayudar a la gente son prácticas muy presentes en la novela. ¿Cómo investigó o se documentó sobre estas artes para darles realismo literario?
En cierta manera yo soy Jayah, la protagonista de mi novela, o más bien Jayah es mi alter ego.
Ambas compartimos ciertas cualidades como la echada de cartas del tarot o sentir sensaciones diversas al tocar a las personas y, en este caso, se nos derrama una lágrima del ojo izquierdo. Evidentemente, mi protagonista posee estos dones de manera superlativa.
Desde el principio decidí incorporar estas prácticas, tenía muy claro el argumento, quería utilizar datos que me fueran cercanos y en mi caso eran estos.
Las echadas de cartas que se reflejan en la novela son reales, yo hacía la tirada y ellas me iban contando las diferentes historias que incorporo en mis dos novelas; han sido un activo esencial en el argumento.
Las “noches de leyenda” con la luna y la hoguera como testigos tienen una gran carga poética. ¿Qué importancia tiene para usted la oralidad y la tradición en la construcción de sus relatos?
Mucha, es una parte importante de la bilogía. Son historias que han pasado de generación en generación en una familia nómada romaní, no sabían escribir y transmitían su sabiduría y enseñanzas de forma oral durante siglos, y el ritual perdura a pesar o a través del tiempo.
Es precioso imaginar —desde mi punto de vista, claro— esa escena en la que una persona relata una historia con su propia moraleja, el resto escucha con atención, sin tecnologías, disfrutando de cielos estrellados y lunas llenas argénteas. Están sentados alrededor de una inmensa lumbre de destellos rojizos y dorados sintiendo su calidez, donde las chispas crepitan, vuelan incandescentes simulando pequeñas luciérnagas. Llamaradas de color, calor y luz iluminan sus rostros y el movimiento de las llamas se convierte en una danza calmante para sus almas.
Todas las leyendas van precedidas por una frase, que creo que mis lectores recordarán:
Historias, historias, llegad a mí, que pueda contarlas sin sentir y que la diosa madre, Día Devleski, se apiade de mí.
En la historia aparecen seres y entidades de otros planos. ¿Son metáforas de realidades internas o las concibe como presencias reales dentro de su universo narrativo?
Son presencias reales dentro de mi universo narrativo, creadas por mi imaginación según el contexto en el que quería ubicarlos.
Así nos encontramos con espíritus y dioses, ancestros que se presentan tanto en sueños como en la realidad para los protagonistas que son capaces de ver. Evidentemente no todos los personajes tienen esa facultad, está reservada para una minoría.
Madres, abuelas, padres, hermanas y dioses malévolos y benevolentes, de aspectos muy diversos y que los acompañan preciosas aves que simbolizan cualidades y valores, como la libertad, la conexión con lo divino, la renovación, la espiritualidad, la esperanza y, en un caso específico, la muerte y la oscuridad.
Sus novelas transmiten un fuerte sentido de conexión con lo intangible. ¿Cree que el lector actual busca más que nunca ese tipo de historias con trasfondo espiritual?
Creo que sí, la búsqueda de uno mismo, del significado y propósito de la vida, de dónde venimos, hacia dónde vamos…
Por mi parte he intentado transmitir un mensaje de fe y esperanza. Pienso que anhelamos ver, sentir y pensar que no estamos solos, que hay algo más a lo que aferrarnos, que no simplemente nos iremos de la vida terrenal sin más, que existe un más allá, un cielo deseado, como el momento más maravilloso que hayamos vivido en la tierra.
A nivel creativo, ¿cómo es su proceso para dar forma a escenas donde se cruzan lo histórico, lo fantástico y lo simbólico sin que uno opaque a los otros?
Jayah es mi imaginación, es el motor que me ha ayudado a aunar estos fundamentos.
Es una narración histórica, no pierde esta esencia; no obstante, Jayah campa entre la vida real y los sueños, sus experiencias oníricas la ayudan a ver el pasado, el presente y el futuro y, sobre todo, a sobrevivir. Pero no por ello se resta credibilidad a la parte real.
Creo que lo histórico, lo fantástico y lo simbólico combinan en mis novelas a la perfección. Ninguno de estos conceptos posee más importancia que el otro, no se solapan entre ellos; al revés, se necesitan entre sí para darle fiabilidad y veracidad a mi narrativa.
Después de cerrar esta bilogía, ¿qué ha aprendido como escritora que no sabía antes de comenzar La sibila romaní?
Que la escritura es una parte de mí de la que ya no puedo prescindir.
Asimismo, me he adentrado en la historia, revivido eventos únicos ocurridos entre finales del siglo XIX en España y primer tercio del siglo XX en Argentina; he conocido las influencias que calaron en la construcción de diversos edificios emblemáticos de Buenos Aires, desde el renacimiento italiano, el neoclasicismo con influencias griegas y romanas, el art nouveau o sinagogas de estilo bizantino; he visto y disfrutado de lugares inolvidables como las cataratas de Iguazú; he aprendido cómo es la naturaleza, flora y fauna característica argentina; me he empapado de tradiciones orales y tradiciones típicas como la parrillada argentina, el fútbol y el tango.
Podría seguir relatando larga y extensamente lo que me han aportado mis novelas.
Por último, comentar que además de atesorar más cultura que cuando comencé, ahora soy más feliz porque la escritura me ha devuelto las ganas de vivir y de soñar.
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