Empezaste a escribir siendo adolescente. ¿Recuerdas el primer poema que sentiste que tenía “algo especial” y te hizo seguir escribiendo?
Recuerdo estar en el instituto probando a escribir y sintiéndome satisfecho por lo que hacía, pero jamás se comparará a la sensación de plenitud de haber escrito el primer poema que buscaba realmente reflejar lo que sentía en ese momento.
Poemas para Elena es, en esencia, un retrato emocional de una relación. ¿Qué aprendiste sobre ti mismo al revisitar esos recuerdos para escribirlos?
Soy consciente de que cada lectura es distinta: a veces nos sentimos más identificados con un sentimiento y otras con el contrario. Eso me enseñó que lo importante no era que el lector entendiera mi historia al detalle, sino que, al leerla, pudiera revisitar sus propios recuerdos y encontrar paralelismos en nuestro sentir.
La idea original era maquetar el libro como un regalo privado. ¿Qué reacciones recibiste cuando decidiste publicarlo?
La verdad es que todo mi entorno me arropó desde el primer momento, lo que hizo muy gratificante la decisión de publicarlo. Al ser una obra tan íntima, al principio tuve sentimientos encontrados, pero el apoyo que recibí me dio confianza y orgullo para dar el paso, sin abandonar nunca su propósito original: ser un regalo para ella.
Tu obra combina lo visual con lo poético mediante imágenes y notas. ¿Crees que este formato híbrido es el futuro de la poesía para atraer a nuevos lectores?
Creo que sí, sobre todo si pensamos en los nuevos lectores. Para estas generaciones resulta más accesible una poesía moderna con un formato híbrido, en lugar de estructuras clásicas rígidas donde predominan las normas. En particular, Poemas para Elena me parece un buen ejemplo para acercarse a la poesía, tanto por su formato como por el esfuerzo en transmitir cercanía al lector para que se sienta acompañado sin tener que descifrarlo por sí solo.
La estructura no sigue un orden cronológico, sino emocional. ¿Cómo organizaste las piezas para que transmitieran un viaje sentimental?
Creo que las relaciones lineales solo existen en la ficción. En la vida real estamos más veces en una montaña rusa emocional. De ahí que mantener un orden cronológico nunca fue mi prioridad; preferí ordenar los poemas de forma que cada uno transmitiera con claridad un sentimiento distinto y que el lector pudiera reconocerse en ellos.
Hay poemas que juegan con el contraste de estilos y mensajes. ¿Buscabas provocar en el lector una sensación concreta con esos cambios?
Creo que es divertido ofrecer esos juegos que no son tan comunes, son estimulantes para el lector y desde luego lo son para mí como autor. Y es que no somos los mismos autores cuando estamos alegres que cuando llevamos una mala racha, y eso se nota claramente en este tipo de contrastes.
Como escritor que también trabaja fuera del ámbito literario, ¿cómo encuentras el equilibrio entre tu vida profesional y tu necesidad creativa?
Justo ahí está la clave: la vida profesional es una obligación; la creativa, una necesidad. Pase lo que pase o cambien los factores que cambien, la poesía siempre me acompaña, en silencio, como un refugio al que puedo volver cuando lo necesito.
Has dicho que quieres que la escritura pase de ser un hobby a una dedicación más estable. ¿Cuál sería tu siguiente paso para lograrlo?
El mayor cambio ha sido perder el miedo a publicar y compartir lo que escribo. Escritos tengo muchos; lo que necesito ahora es seguir alimentando la creatividad y dedicar tiempo a pulir y completar mi repertorio. Desde luego, considero el arte como arte en sí mismo, así que no lo vivo como una necesidad exclusivamente lucrativa, sino como una forma de expresión que me calma y me aporta mucha satisfacción.
Si pudieras resumir en una sola frase la esencia de Poemas para Elena, ¿cuál sería?
Nunca hay que tener miedo a sentir, y mucho menos si se trata de Amor.
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